La casa señorial de Baldomir sale a relucir cada poco en los plenos de Bergondo. Considerado por los expertos "uno de los pazos más hermosos de As Mariñas", este edificio construido al principio del siglo XVIII languidece desde hace años. Hoy solo quedan ruinas ocultas por la maleza.

¿Cómo ha llegado este bien catalogado a convertirse en una ruina?. La respuesta hay que buscarla en un embrollo urbanístico que se remonta a la década de los noventa. El Concello, gobernado entonces por el PP, dio luz verde en 1993 a un plan parcial para construir una urbanización de ochenta chalés en el entorno al singular pazo.

La ordenación del ámbito arrojó la singularidad de que el Ayuntamiento pasó a ser titular de la finca que rodea la casa señorial, mientras que el edificio siguió en manos privadas con el compromiso de que se rehabilitaría como "centro social al servicio de la ordenación proyectada".

El pazo nunca llegó a rehabilitarse. Es más, fue víctima de un incendio en la antesala de la construcción del complejo residencial que disparó su deterioro, que parece irreversible. El abandono ha provocado también serios desperfectos en un tejo protegido, un árbol de más de doscientos años que está incluido en el catálogo de árboles senlleiras y que pertenece al Concello, responsable de su conservación y de la finca que rodea la casa señorial.

El Ayuntamiento acaba de contratar las obras de limpieza de la finca y aguarda el permiso autonómico para curar las heridas del tejo centenario. Su plan pasa por realizar labores de poda y un tratamiento fitosanitario a este árbol protegido y liberar de tojos y especies invasoras la parcela. Eso sí, el Concello no podrá traspasar las puertas del pazo porque, recalca, es propiedad privada. "Es un total despropósito. Hay una propiedad privada cercada por una pública, una isla en medio de una propiedad municipal en la que no podemos actuar", criticaba ayer el concejal de Urbanismo, Juan Fariña.

El edil afirma que el Concello busca vías para rescatar el pazo, pero admite que se enfrenta a un "marrón considerable" por el tiempo transcurrido desde la aprobación del plan parcial y las condiciones que estipulaba. Fariña lamenta que en todo este tiempo los dueños hayan ignorado la obligación de rehabilitar el pazo. "Ahora hay una ruina tremenda". No es la única crítica que lanza el edil, que censura que la ordenación solo fijase como municipal la parcela que rodea al pazo y un terreno "que no vale para nada" junto a la autopista.

La solución al "despropósito" parece complicada, pero todos los grupos políticos coinciden ahora en la necesidad de rescatar este pazo de un embrollo de difícil arreglo.