Namarea nació como una empresa que ofrecía clases de surf, pero el negocio cerró sus puertas poco después de aprobarse el canon mensual acordado por Demarcación de Costas y el cambio normativo que permite a los concellos cobrar por el uso de las playas. Su responsable se opuso desde el principio a una medida que consideraba injusta y abusiva y ha optado por fundar una asociación sin ánimo de lucro, que cobra una cuota mensual de 10 a 15 euros a sus socios (los niños que aprueban todo pagan menos) para pagar los correspondientes seguros de responsabilidad civil y accidentes y desarrollar diferentes actividades de ocio saludable. Como empresa ya había puesto en marcha varias iniciativas de integración social, como clases gratuitas para los niños de centros de menores, personas con discapacidad o familias con pocos recursos residentes en varios concellos con los que colaboraba. También lecciones a cambio de unas horas de limpieza de playas. Ahora, ya sin empresa, continúa ofreciendo colaboración gratuita a entidades sociales. La última, ayer, con ese bautismo de olas a un grupo de seis reclusos en la Playa Grande de Miño. La próxima será una sesión para menores con autismo.