Julio Sacristán dejó ayer de ser alcalde de Culleredo. El histórico regidor socialista formalizó ayer su renuncia a su acta de concejal y a la Alcaldía tras 34 años al frente del Ayuntamiento. En un salón de plenos abarrotado de allegados, funcionarios y vecinos, Sacristán se despidió emocionado de sus compañeros de Corporación y vecinos, que recompensaron su labor con una ovación en pie, muchos con lágrimas en los ojos, como él.

"Siempre trató bien a los vecinos. Qué menos que acercarse", comentaba un grupo de vecinas de camino al pleno del adiós a Sacristán. Nada más iniciarse la sesión, el líder de la oposición, el portavoz del PP, Antonio Cañás, habló en nombre de los grupos para proponer que se retiraran todos los demás puntos del orden del día para dar así mayor protagonismo a la despedida del regidor. Todos aceptaron. La secretaria municipal procedió entonces a leer el escrito de renuncia presentado el miércoles por el ya exalcalde, que aducía motivos personales para justificar su marcha, y nombró alcalde accidental al número tres de la lista y primer teniente de alcalde, José Ramón Rioboo. Tras tomar conocimiento la Corporación municipal de su renuncia, Sacristán pronunció un discurso en el que explicó las causas de su salida y agradeció el apoyo y la colaboración a vecinos, concejales y trabajadores municipales durante sus más de tres décadas en el Consistorio.

"El cargo de alcalde hay que ejercerlo en plenitud de facultades y a tiempo completo, y yo a día de hoy no estoy en disposición de poderlo hacer", aseguró Sacristán. "Lo hago desde el convencimiento de que es lo mejor para Culleredo, para mis vecinos y para mis compañeros; para mí y para mi familia". "El estrés acumulado a lo largo de estos años y más concretamente en los tres últimos ha minado mi condición física e intelectual; mi dedicación total a este proyecto ha deteriorado también mi vida familiar, y por ello, de acuerdo con mis compañeros de grupo municipal, decidí poner fin a esta larguísima y transcendental etapa de mi vida", apuntó. Sostuvo que en todos sus años al frente del Concello, todos sus esfuerzos estuvieron "al servicio de los vecinos", movido por "el único interés" de "intentar resolver" sus problemas, sin tener en cuenta "jamás a quién votaban o dejaban de votar". Y, por si alguna de sus decisiones perjudicó a alguno, pidió "humildemente perdón". Destacó de su trayectoria su papel como "pioneros" en Servicios Sociales y Educación, áreas de las que el Gobierno cullerdense hizo su bandera, y recordó que él y sus concejales tenían por lema: "Tapar un bache o poner una farola lo hace cualquiera".

Finalizó su discurso con agradecimientos a los trabajadores del Concello, los vecinos y los concejales. "Batimos un récord: jamás en 34 años tuve que echar a un concejal del pleno", citó como muestra de la buena disposición y actitud de los ediles que pasaron por las diferentes Corporaciones desde que él accedió a la Alcaldía, en 1983. Les instó a tener "altura de miras" para afrontar retos de un futuro próximo como la entrada en vigor del Plan General de Ordenación Municipal (PGOM), la limpieza de la ría, el vial 18 o el plan director del aeropuerto, e Plan Xeral de Ordenación Municipal, "proyectos todos ellos que incidirán sobre el Culleredo del futuro", apuntó. Deseó "muchos éxitos" a todos. Sacristán dejó entonces el sillón de alcalde, se despidió uno por uno de los concejales, primero los de la oposición y después los del Gobierno, y abandonó el salón de plenos entre los aplausos de público y concejales, que le despidieron en pie.

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El histórico alcalde de Culleredo renuncia tras 34 años

Rioboo ocupó entonces el asiento en el que, con toda probabilidad, relevará a Sacristán y pidió, en nombre del grupo socialista, que el histórico alcalde volviese al salón de plenos y ocupase hasta el final de la sesión el sillón presidencial. Sacristán regresó entonces, enjugando las lágrimas, y recibió un homenaje de los trabajadores del Ayuntamiento de manos del funcionario de mayor antigüedad, el jefe de la Policía Local, Ricardo Dovigo, quien recordó que conocía a Sacristán antes de que fuera alcalde y del cual destacó su "talante conciliador" y "muchísima dedicación". En nombre de los empleados del Concello, le hizo entrega de un bonsái, que Sacristán admitió que deberá aprender a cuidar y del que prometió, ya en tono distendido, "publicar fotos para mostrar que sigue vivo".

El alcalde saliente agradeció el regalo y recordó que Dovigo le había puesto dos multas en sus inicios de 250 pesetas por aparcar mal cuando, relató, comenzaba en la política al tiempo que todavía trabajaba como profesor en la Universidad Laboral. "El concejal que llevaba la Policía no me tenía mucha estima, la verdad", comentó divertido. Sacristán recordó también que, antes de ser concejal, pagó 25 pesetas "para saber cómo era un presupuesto municipal".

A la salida del salón de plenos, Sacristán dio la mano a decenas de vecinos y abrazó y charló con varios asistentes. Una edil de Gobierno comentaba con una allegada al marchar: "Una nueva etapa. A ver...".