El Concello de Miño ha sucumbido y emergido cuatro veces en menos de un siglo. Una de ellas, literalmente de sus cenizas. Al contrario que otros ayuntamientos del entorno, que han reutilizado las antiguas casas consistoriales conforme se quedaban pequeñas, el Concello miñense optó siempre por hacer borrón y cuenta nueva. Por demoler y levantar un nuevo edificio en el mismo solar o reconstruirlo prácticamente por completo.

Un repaso por la historia de los consistorios de Miño depara más que una curiosidad y también revela hasta qué punto este pequeño municipio, actualmente tocado y casi hundido por el estallido de la burbuja inmobiliaria, se dejó arrastrar por los locos años del ladrillo. Tras estrenar tres edificios en sesenta años, el Concello encara una nueva reestructuración administrativa. Ahora, al contrario que antes, para "racionalizar" sus recursos.

Será un paso atrás en una historia que no ha estado marcada precisamente por la contención. El primer consistorio de Miño tras el cambio de capitalidad y nombre del municipio en 1919, quedó reducido a cenizas el 18 de diciembre de 1944. Al filo de medianoche, un voraz incendio arrasó el edifico y redujo a escombros parte de la historia del pueblo . "Aproximadamente en una hora el edificio quedó tal y como se encuentra en la actualidad, completamente desaparecido el interior, con la pérdida de mobiliario, archivo, documentos...", recoge el acta del pleno celebrado solo unos días después.

La Corporación acordó requerir al arquitecto Peregrin Estellés la redacción de un proyecto "para rehacer el edificio siniestrado". El nuevo consistorio fue inaugurado en 1956 con la bendición del cardenal arzobispo de Santiago Fernando Quiroga Palacios y la presencia de varias autoridades, entre ellas, el exalcalde coruñés Alfonso Molina.

El edificio diseñado por Peregrin Estellés, socio de Antonio Tenreiro y autor de algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad y su comarca, sucumbió a la piqueta en 1985. El Gobierno local levantó en su lugar uno más funcional, con menos concesiones a la estética.

Dos décadas después, el gobierno local vio preciso remozar otra vez su consistorio. Antes de que el estallido de la burbuja inmobiliaria trastocase sus cuentas, el Ejecutivo municipal se embarcó en un cuestionado y millonario proyecto de reforma del bulevar y la casa consistorial. Su reconstrucción costó cerca de 800.000 euros. Para unos, un dinero bien gastado en un edificio "moderno". Para otros, un dispendio en "una nave espacial".