Huían de las represalias del régimen franquista en su tierra natal, Valencia, y encontraron refugio en Fonteculler. Él, ex militar republicano centrado en trabajos de ingeniería, arrastraba una pertinaz tos adquirida en sus siete años durmiendo en suelo mojado y hacinado entre enfermedad y muerte en una cárcel de Barcelona. A ella no le dejaban ejercer porque no le reconocían el título de maestra que había obtenido en la República, así que al principio vivieron de un gallinero. Luego ella repitió Magisterio y comenzó a dar clases en una pequeña escuela que, años después, se convertiría en el colegio Ponte Pasaxe. El centro cumple 50 años de su autorización oficial con una única petición para conmemorar la efeméride: alargar la pequeña calle con el nombre de su fundadora, Leonor García Ramírez, e incluir en la placa su oficio y vocación: maestra.

"Tenían una mirada diferente, por sus vivencias, por venir de fuera, y una forma de enfocar la enseñanza no religiosa pero con unos valores humanistas que están todavía arraigados en lo que se masca en nuestra forma de enseñar", asegura la directora del colegio, Nieves Alonso. Repite como responsable al frente del centro quince años después de haber desempeñado por primera vez el mismo cargo, en el colegio donde ha ejercido toda su carrera, que mantiene la filosofía de sus creadores, en parte, como una herencia adquirida por los profesores, quienes tomaron el relevo como titulares del centro de sus anteriores dueños.

"Mis compañeras y yo fuimos empleadas del matrimonio durante muchos años. Cuando ella se jubiló, siguieron siendo propietarios un tiempo y después nos propusieron pasarnos el colegio al profesorado. Se aceptó y lo gestionamos nosotros desde 1987 como una Sociedad Anónima Laboral (SAL), una especie de cooperativa", cuenta Alonso. Tienen algunos docentes contratados, pero "la filosofía es que sean pocos empleados y estar implicados todos los profesores como miembros de la empresa", explica.

El planteamiento, garantiza, da sus frutos. "Hay algo en este colegio. La gente que viene lo nota. Hay muy buen ambiente y los niños están contentos. Parece que lo hacemos bien. Y los niños son diferentes", celebra la directora del Ponte Pasaxe, centro concertado aunque con pequeños de distintas condiciones socioeconómicas, "plural, abierto y que acepta las diferencias", sostiene. Alonso explica los valores humanistas que imprimen a las enseñanzas en el centro: "Creemos en el ser humano como recipiente de algunas cosas sagradas muy importantes, como la solidaridad. Buscamos formar personas que sepan compartir, que sepan colaborar y que sepan trabajar en equipo. Que sepan ser personas antes de saber matemáticas y saber inglés. Que sean ciudadanos del mundo en lo posible. Y que sean comprometidos y felices, capaces de encontrar la felicidad en el punto al que la vida los lleve", detalla. Añade que, desde hace unos años, apuestan por fomentar el uso de las nuevas tecnologías y mantener "el espíritu tradicional" del centro al tiempo que se adaptan a los nuevos tiempos. A este planteamiento educativo ayuda, apunta la directora, el hecho de que sea de un centro pequeño. Cuenta con 227 alumnos de Educación Infantil y Primaria. "Es todo muy cercano, nos conocemos todos, y eso es muy eficaz. Ya sabes lo que se dice, que para educar a un niño hace falta toda la tribu", añade.

La comunidad educativa del Ponte Pasaxe no ha pensado en grandes celebraciones por su aniversario. "Trabajamos mucho y tenemos otras prioridades en la gestión", apunta la directora. Cuenta que se acordó con los niños la idea de pedir que se extienda la calle bautizada con el nombre de Leonor García Ramírez como homenaje para que no se olvide la historia del colegio. Los pequeños trasladaron la petición al Concello en el pleno infantil celebrado este mes y consiguieron contribuir al recuerdo de "doña Leonor".