Los más pequeños supieron ayer de la dureza de las tareas cotidianas de la antigüedad, al tener que hacer de herreros en una forja o al lavar la ropa en una tabla de madera y un cubo de helada agua. Pero también hubo tiempo para la diversión, cantando villancicos o visitando los establos para ver desde conejos hasta cabras o un precioso pony. Estas fueron algunas de las estampas que se pudieron ver ayer en una nueva recreación del belén viviente de Bribes en Cambre, un espectáculo único en la comarca coruñesa (en Montrove lo recuperaron en 2013 tras una década pero se dejó después de 2014).

El entorno de la rectoral de Bribes y la huerta de O Mosteiro se abarrotaron de familias enteras de Cambre y la comarca que acudieron a ver el belén en un frío pero soleado domingo.

Ésta fue la última edición organizada por los vecinos ya que el Concello anunció hace unos días que a partir de ahora asumía la organización del evento, para potenciarla y que los vecinos se dedicasen a disfrutar en lugar de realizar tanto trabajo.

El belén contó con más de cincuenta integrantes, junto con un grupo de música tradicional y un coro de pastorcillos entre otros. En este entorno se instalaron puestos de mercado, como una carnicería, pero también se montaron fogatas o un pozo de los deseos. Hubo espacio también para albergar obradoiros de decoración navideña con material reciclado.

Triunfó entre los asistentes al belén viviente de Bribes el puesto atendido por unas vecinas que realizaron dulces tradicionales de estas fechas, como rosquillas y pestiños, que se agotaban según salían de la sartén y que generaron largas colas.