Stanley Kubrick dirigió la película 2001:Odisea del espacio, estrenada hace ya la friolera de 41 años.

Basado en una obra escrita más de 20 antes, el filme aborda, entre otras cuestiones y en el ámbito de la ciencia ficción, la evolución de la especie humana, aplica descaradamente una tecnología asombrosa para aquella época y entra con paso seguro en la inteligencia artificial, además de hacerlo también en la vida extraterrestre.

Kubrick basa una de las partes fundamentales de su película en el supercomputador HAL 9OO. Este utiliza la inteligencia artificial para gobernar la nave en la que viajan dos de los cinco personajes (los otros tres permanecen en hibernación en el interior de sendas cápsulas) de la cinta. La capacidad de raciocinio del supercomputador HAL 900 es extraordinaria, pero en un momento determinado se pone en entredicho su fiabilidad como resultas de una consulta efectuada a un computador gemelo de HAL.

Éste cita, durante la conversación que mantiene con uno de los dos personajes a bordo, el error humano como excusa de sus fallos. Basa estos en un fallo humano e introduce la duda en el espectador: error humano en las respuestas que se esperan de un ingenio de la cibernética, o fallo humano en la concepción de còmo el supercomputador debiera ser.

La interpretación, hasta el agotamiento de su capacidad debido a la retirada de las tarjetas de memoria, de una vieja canción Daisy Daisy que el supercomputador desgrana, nos deja una duda mayor: es la misma que, 41 años después del estreno del filme de Stanley Kubrick, pretenden extender al mundo quienes se basan en el error humano para interpretar e incluso justificar lo acontecido a bordo del pesquero de Cariño Hermanos Landrove. Error humano en los cálculos de los ingenieros para plasmar la efectiva estabilidad del buque; error humano en el astillero que construye este tipo de embarcación sin más prueba que el diseño presentado por los autores del proyecto; error humano de la Inspección Marítima que certifica las condiciones de idoneidad del Hermanos Landrove; error humano del patrón de la embarcación al afrontar la distribución de los pesos a bordo...Todos son errores humanos que el patrón del pesquero, Andrés Landrove, nunca podrá aclarar (desmentir o confirmar) porqué murió en el naufragio de su barco.

Juan Manuel Fachal, patrón mayor de la cofradía de Cariño achaca los hechos a un cúmulo de circunstancias. La conselleira do Mar desvía a Madrid las responsabilidades del operativo de salvamento. El alcalde cariñés se duele por el naufragio y la muerte. Los ingenieros hablan también de una suma de circunstancias y comienzan a hilar fino: 9 toneladas de peso del aparejo, más el hielo a bordo para el pescado, problemas con la máquina a popa, incidirían en una pérdida brusca de estabilidad que dejó al pesquero de 18 metros de eslora quilla al sol hasta que, en el puerto exterior de Ferrol, se pudo adrizar para su traslado posterior al muelle de Oza de A Coruña.

El error humano nace y muere en alguien. A bordo de un barco de pesca hay 7, 8, 10 o 30 hombres. Como tripulantes pueden tener parte de la culpa del error humano; pero, ¿nace en ellos ese error o, simplemente, son el último eslabón en la cadena de errores humanos cometidos a lo largo de los días de construcción, puesta a punto y revisión del barco?

Si la Comisión Permanente de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos va a aceptar en su informe final la existencia de al menos un error humano para explicar la muerte de Andrés Landrove Yáñez, haría muy bien en revisar el material de investigación de los errores humanos habidos en naufragios como el del Furacán, el O Bahía, el Monte Galiñeiro, el Canconio, el José Almuiña, el Viña de Aguete, el Nuevo Pepita Aurora, el Pilín, el Siempre Casina y tantos y tantos otros hundidos por ¿calamares gigantes?, ¿pulpos monstruosos?, ¿misteriosos submarinos al mando de capitanes Nemo redivivos?

Si hay error humano, dónde está éste?. ¿A quién se exigen explicaciones de su existencia?.

En la Comisión hay técnicos que pueden explicar lo que el colectivo que representan en ella pueden asumir como error propio que conduzca al GRAN ERROR: el supercomputador HAL 900.