Justo cuando se cumplen siete años de la catástrofe del Prestige y el desprestigio que esta significó para el Gobierno de turno en España y el autonómico gallego -en ambos casos del PP-, también en el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero se intenta corregir el rumbo de un gabinete de crisis al garete, y el presidente del Ejecutivo asume competencias hasta ahora no desarrolladas por él (Aznar, en la crisis del Prestige, puso la cara de Rajoy a la noticia de cada día de aquel noviembre-diciembre de 2002). Ya hay diana a la que disparar. El asalto del Alakrana por gentes que parecen tener una inteligencia superior a la nuestra y que no es tan primitiva como dicen, ni están tan "drogados" como otros opinan, tiene en jaque a un país -España- miembro de la UE, de la OTAN, de la ONU, instigador de esa especie de encuentro entre las civilizaciones, protegido del G-20, etc., sin que ni la próxima presidencia de la Comunidad Europea frene a aquellos que, bien en aguas somalíes, bien en despachos de Londres, Moscú, Johanesburgo o Dubai, manejan la ametralladora, el lanzagranadas, los satélites de comunicación y la ley de compensaciones -tú me pagas y yo libero a tus nacionales- con una pericia que supera con mucho la de nuestros más prestigiosos políticos, profesores y catedráticos en Derecho Internacional.

La vida de 33 hombres está en juego, si bien, para no ser hipócritas, debemos decir que nos interesan, sobre todas, las de los 16 españoles que figuran entre aquellos. Ese interés impide que un comando armado de nuestras fuerzas aeronavales asalte el atunero y libere a los retenidos. Se opta por las negociaciones -en Somalia no hay, en la práctica, con quien hablar- y se da por seguro que va a haber liberación con millones de euros de por medio. Los pagará Juan Español. El Gobierno hará lo que digan los piratas -no hacerlo podría significar la muerte de algún tripulante- y la UE mirará para otro lado, como lo hará la OTAN o la ONU. Y hasta la OMI (Organización Marítima Internacional) que, entre los días 16 y 17 de este mes reunirá en Londres al Grupo de Expertos que analizará, por enésima vez, los acontecimientos que protagonizan los piratas en el océano Índico.

La OMI, que todo lo ve y prevé, diseñó el plan de ayuda al desarrollo del Programa Mundial de Alimentos destinado a Somalia. Pensó, piensa y pensará siempre, en la marina mercante, ya que los barcos de pesca son un incordio. Pero Francia y España tienen medio centenar de atuneros en aquellas aguas y España es mosca cojonera y quiere ayudas a sus barcos de pesca, los que faenan en la franja marítima existente entre Somalia y Seychelles. Se hacen ligeras concesiones, pero la verdad es que la OMI no tiene un interés claro por los buques de pesca en el Índico. Los borraría de una plumazo.

Si estuviera en su mano el hacerlo; pero como no está, se reúne en Londres, otra vez, para que los españoles, pesados, malencarados y bajitos -aunque no tanto como antes- tengan su momento de oro y pidan acciones contra la piratería. Habrá una mínima concesión. Y a pesar de ello, los barcos seguirán pescando atunes gracias a la seguridad mercenaria, continuarán allí donde el rabil y el listado estén -con o sin perímetro de seguridad-, habrá nuevos apresamientos y Juan Español seguirá pagando un atún que, de sumar los costes verdaderos, nos saldría a precio de platino. Tan a cuenta como subvencionar a las compañías armadoras para que estas obtengan un beneficio normal después de pagar los salarios de sus tripulantes de aquí y de allá por tiempo indefinido. De este modo, los piratas no tendrían barcos a los que asaltar y sus oficinas de Moscú, Dubai, Londres y Johanesburgo cerrarían por inactividad. Muerto el perro se acabó la rabia.