De la ría de Ferrol se ha dicho en más de una ocasión que es, potencialmente, una de las de mayor riqueza pesquera y marisquera de Galicia. Sin embargo, las condiciones higiénico-sanitarias de este regalo de la Naturaleza que es la ría ferrolana, parecen no ser las más adecuadas para una adecuada explotación comercial.

Si a ello sumamos ese riesgo asumido que es el transporte de carbón y el de gas natural licuado, no es de extrañar que, en Cotizalia, Roberto Centeno, ex director general de Enagás, se refiera a nuestra idílica ría y particularmente a Ferrol, como una de las seis ciudades españolas que, teóricamente, incumplen las previsiones de riesgo por la proximidad a núcleos importantes de población de sus terminales de gas líquido.

El autor se refiere a "la irresponsabilidad de empresas y autoridades" a la hora de señalar que ciudades como Barcelona, Huelva, Cartagena, Bilbao, Sagunto y Ferrol son poblaciones en las que los terminales -a diferencia de los de otros países- no están alejados de ellas. También recuerda que los buques metaneros -que no son ajenos al tráfico portuario coruñés de hace unos años- tienen prohibido acercarse a menos de 10 millas de la costa en otras poblaciones que no son las citadas. En Ferrol, sin embargo, al igual que en las localidades de uno y otro margen de la ría, es muy dado contemplar el paso de buques gaseros con destino a la planta de gas de Mugardos.

Actualmente, el puerto de A Coruña -que Repsol no quiere abandonar por la vía del acuerdo no económico- tiene un tráfico muy habitual en el que gases como el butano, el propano o el etileno, y combustibles como las naftas y el gasoil, son los grandes protagonistas. La distancia de los buques que los transportan a núcleos de población importantes como A Coruña, Mera, Santa Cruz, Santa Cristina, O Burgo, etc., es tan mínima que, en caso de un accidente, se verían directamente afectadas por la explosión.

La pregunta, sin ánimo alarmista, está clara y se precisan respuestas seguras: el peligro en la ría de A Coruña por la navegación cotidiana de buques con esas cargas citadas es innegable, como también lo es para las poblaciones de la ría ferrolana la navegación por ella de grandes buques gaseros. Pero... ¿se amortigua el impacto en poblaciones como las de A Coruña, Arteixo, Caión, Laracha, etc., por el traslado al puerto de Punta Langosteira de ese tipo de transporte marítimo?

Diez millas náuticas son 182,5 kilómetros. Si en otros países no se permite que los metaneros naveguen a menos de esos 182,5 kilómetros de distancia de los núcleos de población, Galicia no podría disponer, en la práctica, de terminales como las que existen actualmente en las rías de A Coruña y Ferrol, o las que se pretenden en Punta Langosteira.

La creación de islas artificiales destinadas a albergar los terminales necesarios no son ninguna novedad. Pero aquí, en Galicia, empresas con capital público -Reganosa, en Mugardos, forma parte de las empresas participadas por la Xunta- y privado -Repsol- no solo no utilizan la tecnología existente en España para este tipo de instalaciones, sino que nos meten en casa los buques con cargas de crudo de distinto tipo, de butano, propano, etileno, nafta y gasoil con absoluta impunidad.

El 12 de mayo recordaremos, una vez más, la tragedia del petrolero Urquiola. En unos meses, la del Aegean Sea. Ambos buques tenían el mismo destino; pero, por lo que sea, no nos acordamos de ellos y pensamos más en el Prestige, hundido a millas de distancia de la costa gallega. Con tales recuerdos, el triángulo A Coruña-Ferrol-Punta Langosteira no produce demasiada tranquilidad.