Todo parece ir en contra del pesquero de Malpica Tabar, hundido el miércoles de la semana pasada a 20 metros de profundidad tras ser embestido en el canal de acceso al puerto de A Coruña a unos 400 metros del dique de abrigo por el mercante maltés Estesky. En contra porque hay evidencias de que la suya fue una maniobra indebida de adelantamiento de babor a estribor del carguero cuando ambos buques navegaban en paralelo en dirección a la bahía coruñesa. En contra, entre otras cosas, también, por el testimonio del navegante del yate holandés True Companion que, además de mencionar la anteriormente citada maniobra, señaló haber visto por la amura del mercante las luces verde de este buque y roja del Tabar, prueba de ese cambio de rumbo del pequeño pesquero ahora reflotado y con pruebas evidentes del golpe recibido en la popa de través.

Pocas cosas han trascendido de las declaraciones efectuadas el martes, en la sede de la cofradía de pescadores malpicana, por dos de los supervivientes ante los miembros de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim), que parecen mantener la versión, parece que errónea, que trascendió pocas horas después del suceso. A estas declaraciones debe sumarse también la del patrón del pesquero, Pedro Ángel Romay Barizo, padre de Sergio Romay, el joven marinero de 26 años desaparecido en el naufragio cuyo cuerpo siguen buscando por tierra y mar, con resultado negativo. Se especula con la posibilidad de que este marinero llevase puestas las botas de agua algo que, unido a sus escasos conocimientos de natación, pudo haber sido determinante para que perdiese la vida al caer al mar desde la popa del Tabar en la colisión.

La búsqueda se intensificará entre hoy y mañana y durante el fin de semana con la participación de la mayor parte de la flota pesquera con base en el puerto de Malpica, deseosos todos de, cuando menos, poder entregar a su familia el cuerpo del marinero desaparecido.

En la localidad natal del marinero se mantienen las especulaciones en torno a lo acontecido y se baraja el mantenimiento del pesquero en el rumbo (entre 210 y 220) para destacar que el mismo no varió ni siquiera mínimamente, mientras se critica que el mercante hubiera sostenido una velocidad constante de 8 millas en aguas del canal de entrada. Esta velocidad, según las fuentes consultadas, no significa incumplimiento alguno de la normativa en el punto en el que se hallaba el mercante puesto que disponía de tiempo suficiente para reducir y realizar sin problemas la maniobra de atraque en el muelle de Ánimas donde, finalmente, quedó amarrado para descargar las más de 3.000 toneladas de alúmina que transportaba. Tampoco esta velocidad resta importancia a la probable maniobra efectuada por el pesquero en ese desplazamiento de babor a estribor para, finalmente -y esto tendrá que demostrarlo la comisión de investigación- situarse frente a la proa del Estesky con el resultado ya conocido.