Dos lances, tres, cuatro... los que sean. O los que eran, porque hoy ya no se repiten lances porque la sobrepesca lo impide. Así nació el café para todos: uno no pesca, los demás tampoco. Y no por ganas sino porque la capacidad no da para más. La excepción este año es la anchoa. Pero fueron cinco años de no verla. De no poder vivir de ella y sí de las ayudas, que ocultan las vergüenzas de lo mal hecho.

Llega el café para todos menos Damanaki -si se empeña en mantener la igualdad por arriba, alejando de ellos a los de abajo-. ¿Industrial o artesanal, tortilla con huevina o huevo, rape o juliana, coreano o meiga? ¿Dónde la quiere la comisaria?

La PPC es el café para todos. Un café que no saboreará Damanaki porque no pesca en un barco artesanal. Como poco, viajará en crucero hasta su país cuando el toque de corneta indique que es hora de relevo. Otro/a vendrá que, tal vez, la haga buena. A ella, a la comisaria, no a la PPC. A esta no la mejora nadie salvo un cambio de principio a fin.

Alguien tendría que decirle a la Damanaki que hay corazones que laten a bordo de embarcaciones de bajura y si no tienen donde pescar no saben hacer otra cosa y se quitan de en medio. La pesca artesanal no es solo subir al barco, salir al mar y halar un cabo, una red, un arte de pesca que ya existía cuando la comisaria vio la luz del Mediterráneo y cuando nadie hacía que hacía cambiando proyectos iniciados o a punto de caramelo.

No es bueno el café para todos. No es bueno que la PPC intente unificar dejando amarrado a puerto un buque artesanal y en la cuneta a dos o tres hombres que quieren pan para hoy y para mañana. Son pescadores que comen todos los días, una mala costumbre heredada de los viejos marineros que preparaban a bordo -sin cocina- las perolas con patatas y pescado o pescado con patatas, según la abundancia. Tradición, costumbre. Porque el hombre de mar tiene el panteísmo como filosofía. Aunque no crea en el dios que nos enseñó de niños y solo acudan a la Virgen del Carmen cuando aprieta el mar y las botas hacen agua.

Café para todos, menos para uno. Sin señalar. Pero que se sienta aludida.