Con permiso de Steven Spielberg, el soldado Pez no es, ni mucho menos, el soldado Ryan; pero sí más importante, más trascendente, más vital para los intereses del mundo.

El soldado Pez está necesitado de comandos que los busquen y lo salven porque muchos de sus hermanos han muerto en otras guerras. Ahora los quieren matar, junto con parientes lejanos como la cigala, frente a las costas de Galicia (Gran Burato) y a tiro de piedra de la costa cantábrica con proyectos como los sondeos Fulmar-1 y Pelícano-1 que amenazan especies como la merluza, el rape o la cigala —entre otras de interés comercial— en las proximidades del cañón de Capbretón (3.500 metros de profundidad nos contemplan) y del Biotopo Protegido de San Juan de Gaztelugatxe.

El objetivo es encontrar petróleo, gas o cualquier manifestación en forma de combustible a la que poder echar mano para evitar tanta dependencia del petróleo que importamos y que no podemos, oh diablos, sustituir por los excedentes de gas metano y los pedos de nuestras vacas (por cierto cada vez menos unidades en el suelo patrio).

El Gran Burato de Galicia no es, no, la deuda. Ni siquiera tiene que ver con la crisis económico-financiera que nos abate en la Bolsa de Madrid. El Gran Burato es un cráter situado a poco más de 170 millas al noroeste de nuestras rías que tiene una superficie de 1.130 kilómetros cuadrados (un cuarto de la que corresponde a la provincia de Pontevedra). Se halla a 1.700 metros de profundidad y, según señaló en su momento el conselleiro de Industria de la Xunta, Javier Guerra, si se pudiese lograr un rendimiento económico suficiente para poder extraer el gas que supuestamente se "aloja" bajo ese cráter, se necesitarían "decenas de millones de euros" para ponerlo en explotación. De momento ya se han destinado, y con cargo a distintos fondos muy necesarios para esta Autonomía, del orden de los 1.260.000 euros sólo para comprobar l calidad y cantidad del gas hipotéticamente existente en el área.

El Gran Burato, como los proyectos de sondeo en el Cantábrico, amenazan muy seriamente pesquerías de gran interés para las flotas del caladero Cantábrico-Noroeste. Se han dado ya toques de atención hacia el daño que los sondeos generan, sin pensar en la posibilidad de que, finalmente, se encuentre un yacimiento de gas o de petróleo: la pesca pasaría a un tercer plano y Galicia y las comunidades cantábricas dejarían de ser los emporios pesqueros europeos en beneficio de unos señores que, puro en mano y sortija en el meñique, firmarán si ningún tipo de remordimiento la muerte de la costa más rica de la península a efectos pesqueros. Con esa firma, también la liquidación por la vía rápida de más de 8.000 barcos y no menos de 80.000 empleos en la mar, o lo que es lo mismo, 340.000 trabajadores directos indirectos de la mar que se quedan en tierra.

¿Vale la pena?...

Hay que buscar, con o sin la señora Damanaki, con o sin la señora Quintana, al soldado Pez y destinarlo a un frente exento de peligros para que no corra la misma suerte de sus hermanos y primos.

Si Spielberg lo consiguió en una película, no veo por qué los gallegos, asturianos, cántabros y vascos vamos a dejar pasar esta oportunidad de decirle a las petroleras que "o peixe é noso", del mismo modo que los noruegos se lo han dicho a su Gobierno cuando éste intentó —hace pocos años— ampliar su "campo petrolífero" a un mínimo de 200 millas de los caladeros propios.