Todos los jóvenes menores de 25 años recibirán una oferta de empleo, educación, o un período de prácticas en un máximo de cuatro meses tras acabar la educación formal o quedar desempleados".

Les juro que no es un invento. Les juro, asimismo, que la frase no es de un autor anónimo, sino que corresponde a la actual ministra de Empleo y Seguridad Social, doña Fátima Báñez.

Les aseguro también que fue pronunciada con motivo de la presentación del Plan Nacional de Implantación de la Garantía Juvenil en España, aprobado en Consejo de Ministros celebrado en diciembre de 2013. Fue, entonces, cuando uno, todavía crédulo, consideró que España, con el visto bueno del Consejo Europeo, daba un paso definitivo para garantizar, además del empleo juvenil (en el año 2012 había un total de 4.156.100 jóvenes de 16 a 24 años, y 945.000 se encontraban en paro) el relevo generacional en el mar, tanto en la pesca como en el marisqueo.

Siete meses después, ese Plan Nacional de Implantación de la Garantía Juvenil que, se dijo, ofrecería nuevas oportunidades a los jóvenes menores de 25 años que ni estudian, ni trabajan ni tampoco reciben formación -los tristísimos ninis- circula por las oficinas de desempleo a la búsqueda y captura de demandantes de primer empleo o de jóvenes que, habiendo perdido el que tenían, sólo esperan la ocasión para emigrar como hicieron en Galicia sus abuelos, bisabuelos, tatarabuelos... y así hasta el infinito y más allá.

El plan pasó todas las pruebas del algodón consultivo. Se supone que debe estar en marcha; pero en la mar no hay relevo generacional porque la mar no atrae a nadie ni se forma a nadie que pueda acceder a un puesto de trabajo en un barco -al contrario, se cierran las posibilidades de formación en los centros habilitados para ello- ni las expectativas económicas del sector llaman la atención de aquellos que, sin conformarse con su mala suerte, entienden que las horas de trabajo a bordo no están pagadas con una simple expectativa de pesca que aquí, en la mar gallega, no se cumple cuando uno quiere sino cuando las condiciones de mar y viento lo permiten y la UE lo decide en base a TAC y cuotas de pesca.

No conozco a un sólo joven que haya sido llamado para asistir a un curso de formación marinera que le capacite para hallar empleo a bordo de un pesquero.

También es verdad que no conozco a muchos jóvenes que, voluntariamente, se ofrezcan para dar ese paso que va desde el muelle a la cubierta de un barco de pesca.

Estamos, pues, ante otro plan, uno más, que se viste con ropajes ilusionantes: dar empleo a la mano de obra más joven -y posiblemente más capacitada para desarrollar su trabajo- en tan solo cuatro meses.

Hay jóvenes que se hacen mayores esperando. Y mayores que no arrían el cabo no vaya a ser que pierdan el barco de la vida.