El Consejo de Ministros de Agricultura y Pesca de la UE ha dado pruebas, una vez más, de que, como en la letra del poema Os Pinos (himno de Galicia) de Eduardo Pondal, no nos entienden, no. O no quieren entendernos, que es lo peor que la Unión Europea puede hacer 28 años después del ingreso de España en la entonces Comisión Económica Europea (CEE), tras una larguísima espera propiciada por un tiempo que no concordaba con los que corrían por la tan distante Europa.

A estas alturas de la vida en común, la UE no puede negar el reconocimiento a España de su entrega y hasta sumisión a las leyes y normativas comunitarias en distintas materias, pero de forma especial en lo que atañe a la pesca.

No hay otro Estado Miembro que haya seguido más al pie de la letra cuanto la Comisión o, en su defecto, el mismísimo Consejo de Ministros, haya dictado. El sometimiento español a la normativa comunitaria ha llegado en ocasiones a verdadero entreguismo, tal vez avergonzados de un reciente pasado que, sin embargo, no ha impedido a, por ejemplo Alemania, sentar sus reales en el paraíso demócrata construido gracias a la aportación de quienes más padecieron sus planteamientos panaeuropeos bajo la batuta de unos innombrables señores de la guerra al distinto en el decenio de los 40 del siglo pasado.

Se ha quejado y con razón la ministra española Isabel García Tejerina de que, por segundo año consecutivo, el Consejo de Ministros haya ignorado la situación del stock de merluza norte, una especie que evidencia cómo es posible recuperar un stock prácticamente fuera de los límites biológicos hasta situarse a las puertas del Rendimiento Máximo Sostenible, gracias a un plan asumido por los Estados Miembros y padecido duramente por las flotas que, como la gallega, tenían y tienen a esa pesquería como su más importante objetivo. Ni una mención, sabedores ellos -los ministros- que de hacerlo tendrían que hablar inevitablemente de ampliar el TAC que limita la posibilidades de captura.

Tanto el stock de merluza norte como el de la merluza sur crece gracias a los sacrificios de la flota y esto da seguridad a quienes, desde hace unos años, vienen hablando de una franca recuperación de la especie, sin que Bruselas quiera reconocerlo. Hay merluza y esta se puede pescar dentro de un conjunto de medidas que impidan un retroceso en el stock. Lo que no tiene explicación es el silencio absurdo de aquellos que, como la comisaria de Pesca a la cabeza, parecen querer tener abundancia máxima y rendimiento social y económico mínimo o ninguno.

Los peces son algo más que un sentimiento ecológico, bucólico y pastoril, aunque se tenga muy en cuenta su situación y se regulen las capturas.