Nunca se me han dado bien los latinajos, pero algunos son un recurso adecuado para expresar en un par de palabras aquello que precisaría de muchas líneas para ser explicado adecuadamente. Por eso, aprovecha el día (carpe diem), no confíes en el mañana (cavan minimum credula postero) y, menos todavía, cuando se habla del mar y de su futuro.

Mira: los chinos quieren ampliar la pesca de krill hasta siete veces en la Antártida, con el consiguiente perjuicio para las especies marinas que viven de este pequeño crustáceo; los japoneses quieren seguir matando ballenas y hay británicos que desean mantener su cuota de delfines para consumo y no dudan en bañarse en sangre; nos llenan los mares de ingenios productores de energía eléctrica y barcos piratas que capturan especies prohibidas; pescamos más de lo que debiéramos y lo que se pesca no siempre beneficia a quien más lo precisa. Por eso, tómate el día, aprovéchalo y reflexiona. El mañana está ahí, a la vuelta de las agujas del reloj y nada tienes garantizado.

El mar merece un instante de reflexión, un sentarse a contemplarlo sin tener en las manos los aparejos que ayudan a la supervivencia. El mar está lleno de buenos deseos, de nobles afanes; pero también de marineros muertos, de chatarra, de basura, de pecios de los que continúa fluyendo el combustible que un día llenaron sus tanques. Está cuajado de planes, de programas, de planteamientos que a nada conducen si no es a perjudicar, todavía más, la realidad de cada día. Y somos muchos los que extraemos de él más de lo que es capaz de producir.

Carpe diem, sí, aprovecha el día. Aprovéchalo para ver en él lo que es, no lo que tú esperas que sea para ti. Cala tu nasa, tu trasmallo, tu volanta, tus redes de miles de metros de longitud, y espera una respuesta que llegará por la vía rápida de una despensa que se agota porque no admite una línea más, un palangre -de fondo o superficie- que castigue sus entrañas.

El mar está ahíto de hierro y acero, de nailon y petróleo, de plástico y pintura, de baterías y contaminación procedente de la costa. Pide a gritos que alguien haga un alto en el camino a ninguna parte y encuentre el rumbo a la vida de todos. Aprovecha el día, no confíes en el mañana. El mañana del mar es el hoy del ayer. El futuro está cercado y solo existe en los 180 grados de un medio mundo.

Carpe diem, de verdad.