En el mar se dan las dos circunstancias. A la mar se va a ganar o a perder. Nunca hay intermedios: vas a ganarte la vida y, en el intento, puedes perderla. De ahí el convencimiento de que el mar siempre se cobra lo que ha dado antes. Y de ahí, también, esa cierta conformidad de la comunidad de trabajadores del mar con el pago del tributo. Que no es que estén de acuerdo, pero lo aceptan. Porque si no, la mar sería absoluta entrega, sin recibir nada a cambio.

Si te ganas la vida en la mar, significa que puedes vivir de ella. Sin más. Pero también, sin menos. Porque vivir de la mar no es fácil. Hay que conquistarla. Mimarla. Y nunca, nunca, perderle el respeto. Si la respetas, es muy probable que la mar te regale esa vida que te juegas a diario. Respetarla es, a la vez, desconfiar en ella, poner en ella todos los ojos y los sentidos. Y aún así, en ocasiones, no son suficientes. Porque en la mar te mueres si la pierdes de vista un segundo.

No hay que dar las gracias por ganar la vida en el mar, sino por no perderla. Que no es lo mismo, aunque lo parezca: ganas la vida en la mar porque gracias a tu trabajo, a tu esfuerzo casi siempre compensado, la mar te deja seguir ahí, vivo, trabajando para que tú y los tuyos puedan seguir siendo vivos y no sombras inmateriales a las que ya nadie cobija. Ganar o perder.

Ganar para seguir. Perder para siempre, para ser uno más de los fantasmas que pululan en todos los océanos. Ganar para volver, efectivamente. Perder, para ser una más de los millones de sombras que la mar acoge, porque las sombras no ocupan espacio ni disputan la última ola a la también ola definitiva.

Camelle, Arou, Caión, Cariño, Cedeira, Malpica, Ribeira, Burela, Cangas, A Guarda, Laxe. Nombres rotundos, propios, que cabalgan las olas como surfeando la vida para decir: "Aquí está la cuestión: ganar o perder". Las dos circunstancias en la paradoja de la vida: quien pierde no tendrá otra oportunidad para ganar; pero quien gana siempre tiene la oportunidad de perder. De aquí y de allá. Un juego de Totales Admisibles de Capturas y cuotas de vida que, por esta vez, no maneja la Unión Europea. Ni la Consellería de turno. Ni el Gobierno central. No es una pesquería. Tampoco un sueño de salabardos a la mar, ni de suestes al viento. Es un instante. La chona que te llevas si ganas, la que pierdes si no es así. Esta es la cuestión: ganar o perder.