Nada que ver la canción popular con la realidad. Porque, cuando no es por una cosa lo es por la otra y ni sardina, ni bocarte. Tampoco "xurelo pequeno". Y así se va trampeando la vida, en base a decisiones que nadie comprende y viendo cómo el bocarte pasa por delante de uno para que aquellos que no pescan pero sí tienen la vara de mando decreten el cierre de la pesquería y, acto seguido, la reapertura y cierre de esta pero sin tocar el stock de aguas al sur de Fisterra y hasta el golfo de Cádiz.

Así se ganan enemigos. Porque los armadores no están por la labor y consideran que la Secretaría General de Pesca más que ocuparse del bocarte se dedica a meter la gamba y a hacer de las suyas con un reparto de cuotas que nadie entiende y que perjudica sustancialmente a los pescadores gallegos.

"Traio sardiña e bocarte, tamén xurelo pequeno". Ja! No hay tal. Ninguna de ellas llega a la costa gallega para saciar el hambre de capturas de unos barcos con salitre hasta en las ideas, pero que no mojan los aparejos ni por casualidad. Y así les va, claro.

El mal de ojo está echado. Y uno no sabe si este maleficio nace en Bruselas o en Madrid; pero sí que hay maleficio y que este da al traste con las pocas esperanzas de supervivencia de un colectivo nacido para pescar.

¿Qué van a hacer, pues, si no es gritarle a la última ola para que alcance a cualquiera de esas capitales -Madrid o Bruselas- y recuerde a quienes en ellas se asientan para gobernar los destinos de miles de marineros ansiosos de pescar que la mar es para quien la trabaja y no para los que simplemente pisan moqueta; que la mar no está serena y que la sardina, el bocarte y el xurelo pequeño están ahí para reproducirse y pescarse en la mar y no en un real decreto.

El que arriba suscribe sabe, como todos los demás, que la mar ya no da alegrías sino preocupaciones. Y que con tanto tomar decisiones contrarias a los intereses de pesquerías y pescadores, lo único que consiguen es hacer grande, cada día más, a la inolvidable (por ingratos recuerdos) Maria Damanaki, la griega que firmó la sentencia a muerte de una flota pesquera, la española, que nunca bailó el sirtaki.

Ella, Damanaki, interpretó como nadie la fórmula de la descomposición del sector pesquero. Los que continuaron su labor no hacen sino certificar la buena salud del muerto.