El "campamento" de cerqueros en San Caetano está removiendo las conciencias de muchas personas que, en su condición de armadores, han pasado por alto determinadas situaciones que, en este momento, no están dispuestos a permitir.

Consideran que se ha jugado con la necesidad de pescar y así se han cerrado bocas y se han "reseteado" pensamientos.

Lo ha dejado claro una armadora de Cariño cuando decía, ayer mismo: "Antes, un armador era gente importante en el pueblo. Ahora vamos como mendigos de banco en banco y por las carreteras como si transportáramos droga. Pero es así, estamos acojonados. Las nuevas generaciones no queremos ser ricos, sino poder vivir del mar, sin robar ni mendigar. Nos hemos dejado hundir en la miseria por los políticos; pero ahora queremos darle la vuelta a la tortilla. Es el momento de ir todos de la mano, unidos, hasta donde haga falta. Llegaremos a Bruselas caminando si no podemos hacerlo de otra manera".

Lo tienen decidido. Con las cofradías o sin ellas y con sus derechos y deberes por delante. Cumpliendo en lo que les corresponde, para que nadie diga que la pesca es un problema menor. Es uno más de los graves problemas que tiene el vivir y trabajar en España, y no quieren que Galicia se convierta, porque nadie atiende al sector pesquero, en un refugio de parados y nostálgicos. Tienen el mar y tienen la pesca, aunque ésta esté regulada desde Bruselas.

Ahora es una pequeña representación de los pescadores de Galicia la que vivaquea en San Caetano; pero saben que, en gran medida, están representando e interpretando los sentimientos de muchos otros miles de compañeros que padecen restricciones de pesca de atún en el Mediterráneo -cuando los túnidos abundan de tal modo que han llamado la atención de los japoneses hasta el punto de que éstos estudian la posibilidad de desplazar al Mare Nostrum sus buques de pesca-, compañeros que sufren las mismas consecuencias en Asturias, Cantabria, el País Vasco o el golfo de Cádiz y que están ahí, mostrando su apoyo y pidiendo unidad para asumir juntos acciones que sólo de esta manera pueden llegar a las comunidades autónomas, al Ministerio de Agricultura (¡qué ironía, ni siquiera pueden acudir a un Ministerio que les represente como ente vinculado a la mar!) o a la mismísima Unión Europea.

Saben que no lograrán nada si la unión no existe y proclaman a los cuatro vientos que debe ser la totalidad de las flotas pesqueras españolas la que siga la estela de los cerqueros gallegos.

¿Para qué? Para dejar de ser mendigos, para volver a las carreteras con su producto bien definido y asegurado, para solicitar créditos bancarios poniendo sobre el mostrador la seguridad de su empresa, dejando de mentir en las capturas y obligando a los inspectores a reconocer la legalidad de éstas para que cesen las sanciones que los acribillan, para que Bruselas entienda de una vez que existen y que la Secretaría General de Pesca, la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores y los responsables de pesca en las distintas autonomías asuman que pescar es algo más que mojarse los fondillos en la cubierta de un barco.

Esto es pescar. Y en los despachos no se pesca, aunque se juegue a los barquitos. Quieren que se acabe el acoso y derribo a una forma de ser, de vivir, de entender la vida en medio de los rociones de un mar vivo.