Los armadores y tripulantes de los casi 150 barcos que integran la flota gallega de cerco, al margen de su integración o no en la Asociación de Armadores de Cerco de Galicia (Acerga), se reafirman en la necesidad de encontrar una solución de futuro y estabilidad y creen que esta no puede venir si no se asume que el reparto lineal por tripulante y barco es lo más viable para ello. Los Totales Admisibles de Capturas (TAC) y cuotas no solucionan nada y las tiendas de campaña florecen en el campus de la Xunta del barrio compostelano de San Caetano como setas multicolores.

Los mil gaiteiros que un día acompañaron a Manuel Fraga en su recorrido a la presidencia del Gobierno gallego se han convertido en otras tantas familias de marineros que ven pasar el tiempo por la puerta de sus casas sin que entre en estas la alegría de un quiñón y el correspondiente salario. Muchos de los hombres de estas casas montan guardia ante el edificio administrativo de la Xunta y así permanecerán a pesar de su aceptación de la propuesta de la Secretaría General de Pesca para intercambiar 600 toneladas de xarda (caballa) por otras tantas de jurel, de modo que estas sirvan para rebajar la sobrepesca de la especie realizada en las zonas VIIIc y IXa.

El objetivo de los marineros de cerco -una flota en la que el armador es uno más de los marineros- no es otro que acceder a una reparto justo de las especies. Evitar que un barco con 10 tripulantes pueda capturar 200.000 kilos anuales de jurel y otro con 8 tripulantes, tan solo 5.000.

Nadie desconoce que un barco no puede defenderse económicamente con 800 toneladas anuales. Ni con 5.000 o 10.000. Pero en la Secretaría de Pesca parece que se entiende que menos es nada cuando lo que de verdad logran es retrasar la muerte por inanición de todos y cada uno de los barcos de una flota que fue gloria bendita para muchos puertos gallegos porque de ellos llegaba cada día el maná de la sardina, anchoa, bonito, xarda o jurel y, con ese maná, el otro, el económico, la entrada en el hogar de unas pesetas (ahora euros) que permitían alegrías impensables actualmente.

El amarre de la flota desde el lunes pasado no es gratuito. Se lleva a cabo porque no hay cuota para pescar pero también para decir con dignidad que el oficio de marinero no va a desaparecer por una decisión política. Los cerqueros están decididos, más que nunca, a plantar cara y dar la batalla legal más allá de lo que Bruselas determina, lo que el Ministerio de Agricultura acepta y lo que la Consellería do Mar ejecuta. Y van en serio. Hasta donde sea necesario. Ya no tienen que perder y juegan incluso sus bazas políticas, en el sentido de blandir las papeletas de votación más como un aviso que como una amenaza. Para que lo sepan aquellos que los ignoran. Quieren futuro y estabilidad.