M adrid. Cinema de la Ópera. Seis de diciembre de 1931, con una deriva del Gobierno no grata para él, Ortega y Gasset exclamó el tan socorrido "No es eso, no es eso". no es eso, efectivamente, lo que la flota de cerco quiere: no le gustan los sistemas de reparto de la cuota de jurel que los deja sin posibilidades de pesca a dos meses y medio de que se inicie la nueva campaña. Y como no le gusta, amarra y protesta. Eso sí, por sí solos, sin esa proclamada solidaridad de la gente del mar. Ni de las cofradías, ni del Gobierno, ni de los cerqueros que, sin pertenecer a la asociación Acerga, siguen haciendo su guerra particular: pescando donde y como pueden. Parece no importar que más de un centenar de tarrafas hayan amarrado.

Pero el "no es eso, no es eso" resulta válido, asimismo, para aquellos planteamientos que, tarde pìache, dirigen sus dardos a los arrantxales vascos, como si estos fueran los culpables de un reparto que perjudica sobremanera a los pescadores de bajura gallegos. Curiosamente, unos y otros silencian los nombres de aquellos que, hace dos años, dieron por buena la propuesta de la Secretaría General de Pesca sin tener en cuenta que los derechos históricos de pesca iban a perjudicar -como lo está haciendo- a una flota demasiado dependiente del jurel. Como lo es también de la caballa, la sardina o el bocarte.

Que nadie se llame a engaño: alguien, algunos, dieron por bueno el planteamiento de los responsables de la pesca en España. Y estos no son los hombres de la bajura del País Vasco, que tienen cuota a espuertas porque alguien se la ha concedido o ha consentido en que salieran altamente beneficiados de un reparto que ahora parece injusto.

La sardina abunda. Pero solo para los vascos. ¿Insolidarios porque podían repartir? ¿Reparten entre los vascos los demás pescadores de otras Comunidades Autónomas?.

Por tanto, no es eso, no es eso.

Alguien tiene que dar la cara, porque hay nombres y actitudes. La culpa de un mal reparto no es exclusiva de la DG Pesca. También la tienen las autonomías, las cofradías de pescadores y sus dirigentes, por haber sido receptores necesarios de algo que, en su momento, debió de haberse rechazado. Pero callan sus "pecados" mientras más de medio centenar de armadores y marineros ven crecer la hierba en los pastizales de San Caetano debido a que faltan los pies necesarios para abarcar toda la extensión de un jardín que es como el cinturón de castidad de unos políticos que siguen vírgenes en materia pesquera.

Y no es esto lo que la gente de mar, "los" de la pesca, quieren. Que pesquen los vascos, pero que los demás también puedan hacerlo en igualdad de derechos.

Como recordó en una célebre ocasión don Manuel (solo Fraga puede ser don Manuel, al parecer) "o que queira rodaballo, que se molle....".

Alguien debe mojarse sus partes pudendas para salir de este embrollo que conlleva pérdidas económicas, desencanto, cabreos de ida y vuelta, y riego mingitorio al pie de los bien cuidados árboles de San Caetano, receptores ahora de abono natural. Pura ecología.