Mientras el cerco trata de solucionar la falta de cuotas con acampadas ante la sede de la Xunta, en Santiago, y movilizaciones que apoyan marineros de buen número de puertos de España, el arrastre gallego vive estos días la penuria de ver cómo, mientras ellos descansan -por obligación y, en algunos casos, por convicción- y permiten la recuperación del caladero nacional Cantábrico Noroeste, barcos lusos -la mayoría propiedad de armadores gallegos que contribuyen a la riqueza del vecino país y no a la del suyo- campan a sus anchas y sin límite de capturas sin que nadie lo impida.

Para más INRI, denuncian los arrastreros de Galicia, los portugueses usan artes prohibidas como el tren de bolos, que entran a saco incluso en roquedales donde los aparejos de los barcos de aquí enmallan y se pierden, haciendo las veces de arados que esquilman los fondos marinos causando estragos. Todo ello mientras en Galicia hacen cola los arrastreros para proceder al desguace.

No se explican los armadores gallegos qué impide a los lusos que usen medios ilegales de pesca, que faenen incluso los fines de semana, descarguen en puertos gallegos y vendan en lonja lo que pescan -mucho más que los autóctonos- mientras los de aquí compiten en los mercados y en desigualdad manifiesta.

Los arrastreros gallegos no se oponen a que los portugueses faenen en aguas de Galicia porque también ellos faenan en las lusas. Simplemente demandan que las inspecciones que se realizan a los de Galicia en mar y puerto, se practiquen también a los lusos, así como que respeten los descansos. En definitiva: que se comporten aquí como en Portugal se obliga a comportarse a los gallegos. Y que se sancione adecuadamente el uso de artes prohibidas como el tren de bolos, cuyos efectos conocen bien los pescadores asturianos y de la Galicia oriental.

"El que quiera arar, que lo haga en tierra, que hay mucho terreno a monte", me decía uno de los armadores gallegos afectados. "Porque nosotros pagamos la inhibición de nuestras autoridades pesqueras con cuotas ridículas, inspecciones constantes y sanciones que en muchos casos superan ya los 100.000 euros por barco".

El tren de bolos es como un arado romano, y sin beneficio de ningún tipo para el fondo marino, su flora y su fauna.