Con el corazón todavía encogido por los sucesos de París el marinero gallego se echa a cuestas la mochila de la fraternidad para reclamar igualdad, que es tanto como intentar remedar a sus compañeros galos en los planteamientos de egalité y, de este modo, hacer de las aguas del Cantábrico Noroeste un caladero participado en igualdad de condiciones, basado en un reparto acorde con el número de tripulantes de cada embarcación: un hombre, una parte para todos por igual.

Lo hemos dicho ya en más de una ocasión: no ha de ser la escasez de pescado (que no la hay, verdaderamente) la que separa a la gente de mar, y no deben de ser los que manejan los hilos de los repartos los que promuevan la desunión. Todo lo contrario. Y es que la sonda no engaña y establece la existencia de grandes masas de peces, lo que permite colegir que los datos sobre stocks que baraja la Comisión Europea nada tienen que ver con la realidad que nuestros marineros observan en el día a día.

Hoy, domingo, es el día de la unión de los pescadores gallegos, logrado ya el de los pescadores de todas los artes en España, como se ha demostrado en los mensajes de solidaridad recogidos por la Asociación Océanos de Gaia. La plaza del Obradoiro es el punto de encuentro de todos aquellos que, en sus coches particulares o en autobuses fletados por ayuntamientos y otras entidades, también en tren, quieren expresar al sector del cerco gallego su solidaridad en la reclamación de igualdad, de un reparto justo de las cuotas de pesca. Porque no puede ser que también en el mar existan cupos especiales para aquellos que por arte de birlibirloque, después de ser los más beneficiados en los últimos diez años para fijar los derechos históricos, sean también los que, en la nueva aplicación acordada y firmada hace dos años, separen del reclamado derecho de igualdad a aquellos que intentaron un futuro de sostenibilidad renunciando a pescar todo lo que sus posibilidades técnicas y de conocimiento les permitía.

Todos al Obradoiro, dicen. Y esta vez no precisamente para rezar sino para demandar de la Xunta, de la Secretaría General de Pesca del Ministerio de Agricultura y de la Comisión Europea, un acuerdo firmado según el cual será lo mismo un barco cántabro que otro asturiano, un vasco o un gallego teniendo en cuenta el número de sus tripulantes.

Ni más, ni menos. Tan sencillo como difícil parece ahora mismo.