En 2011 la Comisión Europea otorgó a la flota británica 5.461 toneladas de cuota de gallo (o rapante) en aguas comunitarias, sobre todo en la zona de Gran Sol. Ese mismo año Reino Unido tenía el 12% de la capacidad pesquera de la Unión Europea, pero recibió más del 15% del total admisible de capturas (TAC). España, con un 24% de la flota -medida expresada por su capacidad, en GTs-, tuvo que arreglarse con un 7% de las cuotas. El resultado fue matemático: de las 5.461 toneladas de gallo que podían faenar los barcos británicos, casi 4.000 las acabaron vendiendo a España. Más del 72%. La situación se repitió con Irlanda. En el reparto de cuotas la Comisión acordó conceder a este país 3.468 toneladas de gallo. Exportó a España casi el 60%, más de 2.000 toneladas. Según los propios datos comunitarios, la capacidad de la flota irlandesa es seis veces inferior a la española, pero tiene en global los mismos permisos de pesca. Es esta situación lo que obliga al mercado estatal a importar pescado de forma masiva desde países que, con menos barcos, pueden faenar mucho más que España aunque no lo necesiten.

En total llegaron al país procedentes de países de la UE más de 9.000 toneladas de gallo en 2011, cuando las cuotas concedidas a España fueron de 7.884 toneladas. Y las importaciones llegaron también desde Bélgica (vendió a España más del 40% de lo que tenía asignado) o Francia (el 30%). En resumen, las empresas españolas tuvieron que comprar 1.200 toneladas de gallo más de lo que nuestra propia puede faenar por un sistema de reparto fijado en 1986 -denominado criterio de estabilidad relativa- y que no tiene en cuenta la capacidad pesquera.

Según los datos de Aduanas, la importación de gallo rozó las 14.900 toneladas en 2012 y superó las 10.000 en 2013 y 2014. En lo que va de año (con datos hasta el 30 de septiembre) las compras de esta especie desde países comunitarios ya supera las 9.000 toneladas, cuando la cuota asignada para la flota española para 2015 es de 7.906 toneladas. De nuevo Irlanda ha aprovechado el antiguo criterio de reparto para hacer caja exportando a España el 67% de sus capturas, Reino Unido ya ha vendido más del 50% y Francia el 35,5%. Desde 2010 la industria pesquera ha gastado más de 241 millones de euros en adquirir rapante a otros países comunitarios.

La misma situación se repite con las especies que, junto con el gallo, son las más importantes para la flota de Gran Sol: merluza y rape. España importó apenas 32 toneladas de esta especie desde otros países comunitarios en 2011, cantidad que se disparó hasta las 186,7 toneladas el año pasado. En lo que va del presente ejercicio, las compras de esta especie a otros países de la UE ya superan las de todo 2014: 187,75 toneladas. Las cuotas de la flota española para esta especie -que se faena tanto en Gran Sol como en el Cantábrico- apenas representan el 8,5% del total de todos los países comunitarios. Se trata de un producto caro y para el que Reino Unido dispone de más del 25% del total de admisible de capturas. Más de 155 toneladas las vendió a la industria española por 1,23 millones de euros. La fuerte escasez de cuotas de rape por parte de los barcos españoles propicia importaciones desde China o Namibia. En cinco años el sector ha gastado 3,6 millones de euros en comprar este pescado del exterior.

El caso de la merluza es distinto porque España es, tras Francia, el país con más cuotas para esta especie, hasta 34.319 asignadas para 2015. Eso no ha impedido que en el último lustro -y a falta de conocer los datos cerrados del ejercicio en curso- se hayan importado más de 1.368 toneladas de esta especie desde países comunitarios.