Al cabo de dos meses largos, la Nochebuena fue, sin duda, una noche distinta para quienes, voluntariamente, quisieron guardar en la vela que mantienen en los jardines de San Caetano la esencia misma de una protesta evidente.

Mientras otros compañeros optaron por, también voluntariamente, acercarse a sus casas para estar con la familia, un grupo de miembros de la gran familia cerquera gallega quisieron con su presencia recordar que hay pendiente una solución al reparto -mal reparto- de las cuotas que corresponden a las flota de bajura y, en concreto, al cerco.

Bajo el plástico de la tienda blanca de esperanza que da cobijo a las asambleas y las comidas, hombres, mujeres y un grupo de gaiteiros pusieron el contrapunto al silencio nocturnal del viejo hospital convertido en sede administrativa de la Xunta. Los fantasmas de San Caetano no pudieron dormir, como tampoco lo hicieron -ni lo hacen desde el pasado mes de octubre- aquellos que velan armas bajo el material sintético de sus tiendas de campaña con una única ilusión: lograr que todos los barcos de cerco de Galicia tengan cuota suficiente para que ellos y sus familias puedan vivir de lo único que saben hacer y que no es otra cosa que pescar.

Las luces del campamento se mantuvieron vivas en una Nochebuena distinta, sí, pero entrañable. Y un almuerzo, el de Navidad, compartido como siempre. Una vez más, contando con la aportación de aquellas sociedades o empresas con las que a diario -cuando el tiempo lo permite- los cerqueiros mantienen contacto. El cambio de cromos fue bien acogido y los que donaron no hicieron otra cosa que cumplir con sus sentimiento solidarios. Mucho más que los de aquellos que han dejado pasar el tiempo y ahora se han encontrado con la reallidad de una respuesta electoral que a nadie beneficia porque el pueblo, que es sabio, no ha querido premiar a nadie y les obliga, en la próxima legislatura, a pactos que, aunque contranatura, les enseñarán la realidad de una vida en la que no siempre se pesca por causas muy diversas. Entre estas, el mal reparto de cuotas.

Las cuotas electorales también han dejado un reparto endemoniado; pero es el mejor modo de hacer entender que la razón no siempre está del lado del que más tiene o el que más puede. Las tiendas de campaña de los jardines de San Caetano, multicolores, proclaman a día de hoy que la diversidad no es mala por sí misma si la ilusión preside el sacrificio de tener que estar sumando horas y más horas para hallar una salida consensuada a un problema que les ha venido impuesto. Igual que a los partidos políticos.

Dos gaiteiros y una única ilusión: aguantar hasta que se encuentre la salida de este túnel y los fantasmas de San Caetano lleven sus cadenas a la mismísima Secretaría General de Pesca, de donde, en unos días, debiera de salir un acuerdo para arreglar lo que entre muchos desarreglaron.