La suspensión cautelar para los barcos gallegos de artes menores de la pesquería de la xarda (caballa), ha sentado como una patada "en la boca del estómago" a los armadores y tripulantes afectados que, tras menos de una decena de días de pesca, se encuentran con que de nuevo han de quedarse a la espera de las limosnas -cuotas- que el Gobierno en funciones pueda lograr en los caladeros adjudicados a otros Estados miembros que no pescan cuanto se les asigna por parte de la Comisión Europea.

Un cabreo que se generaliza cuando comprueban los perjudicados que la Secretaría General de Pesca conocía sobradamente que la pesquería de la caballa iba a durar menos de lo deseable. Creen, y con razón, que la administración pesquera debiera haber avisado de este hecho, lo que permitiría a los interesados decidir si les valía la pena o no arranchar los barcos para tal evento. Bastaría, señalan en el sector, con que se garantice un mínimo de tiempo para la campaña a desarrollar y, de este modo, que el armador planifique la misma en cuanto a pertrechos, seguros, consumo de combustible, etc., cuestiones no menores porque suponen una fuerte inversión que no se amortiza con diez días de faena. Todo esto demuestra que el Gobierno en funciones parece funcionar solo cuando le conviene.

Pesca sostiene que el cierre para las artes menores se adopta atendiendo la petición en tal sentido del sector. Y a la vista de la disconformidad existente solo cabe preguntarse qué sector ha solicitado ese cierre.

El dinero no nace en las cunetas, señala uno de los afectados. Y porque es así, apunta directamente a la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores para que, como representantes del sector artesanal, pida explicaciones al Ministerio sobre el motivo por el que no se condonan las sanciones que la UE aplica a los barcos que se supone han superado en años anteriores la cuota asignada al caladero nacional Cantábrico Noroeste. Máxime cuando se ha demostrado que no han sido las embarcaciones gallegas las que cometieron tal sobrepesca. Y por si fuesen poco tales sanciones, se recompensa con derechos históricos a los más beneficiados por la pesquería mientras recae sobre los artesanales y de artes menores la multa que impide año tras año poder pescar para vivir por falta de cuota.