Hay quien no lo quiere entender. Hay, también, quien calla y otorga. Y hay quien rumia los sinsabores que proporcionan las actuaciones de los responsables de la Administración pesquera española, sin atreverse a dar un paso más por temor a las represalias.

Todo esto y más está viviendo el sector pesquero gallego afectado por la decisión unilateral de la Secretaría General de Pesca de echar el cierre a la pesquería de la xarda tras tan solo un par de semanas de la apertura de la misma.

Como muestra de ese malestar, el sentimiento de Alfonso V., hombre de mar de la dura Costa da Morte, cuando escribe:

"¿Indefensión o impotencia? ¿O ambas cosas a la vez?"

Coincidí un día de estos, cuando fui a buscar a mi nieta a la escuela, con Irene, la mujer de uno de los muchos afectados por el paro (¿demandado por el sector?) de la xarda. Su marido, como otros muchos, llegó a Santoña buscando -asesorado por compañeros que otros años habían realizado esta costera- poder desahogarse de los "pufos" que este año, gracias al tiempo climatológico, se le van acumulando.

A cuadros: al enterarse del cierre, el marido de Irene se quedó boquiabierto. No entendía o no asumía lo que le decían: "Tenéis que iros a casa. Esto se ha terminado..."

"¿Que se ha terminado? ¡Pero si ha habido compañeros que hace unos días recién llegaban a Camariñas! ¿Que se ha terminado...? Si todavía no hemos empezado... ¿Que se ha terminado...? Si estoy llamando todos los días para saber cómo está la cuota y nadie sabe nada... ¿Que se ha terminado...? Si todavía estoy cambiando los anzuelos..."

Irene, con los ojos vidriosos, me dijo que tampoco lo comprende. En el puente festivo de la Semana santa se "tragó" un montón de kilómetros para que Lola, que echaba de menos a su padre, se quedase tranquila. Lola tiene cuatro años, como mi nieta.

Irene solo recalcaba una cosa: su marido, primerizo en esta costera, solo encontró amigos en Santoña. Todos los compañeros de la costera se volcaron con él y otros primerizos ayudando en el arranche (tanto de palabra como manualmente) diciéndole que se "arrimara" a ellos para poder pescar. Se encontró como en casa, ¡solo echaba de menos a su mujer y a su hija!

El marido confiaba en volver pronto a casa. Cuando vi a Irene estaba esperando un camión de retorno que trajese su embarcación ya que lo poco que llevó no daba para más.

Igual en el sector de la pesca tenemos más en común de lo que pensamos. Igual todos los oprimidos tienen algo en común. Igual todos los inmigrantes y refugiados por guerra o hambre tienen algo en común.

"Será indefensión, será impotencia...? Es que soy de ciencias..."

Y en la postdata, Alfonso V., señala: "A veces me gustaría saber pegar yoyas como Bruce Lee..."

Son los daños colaterales de una decisión que los marineros gallegos y asturianos no entienden. Saben, eso sí, que sus flotas son las únicas perjudicados. En la Secretaría General de Mar no hay cuotas: la pesquería dura toda una legislatura y más (aunque sea en funciones).