No sé si se trata del canto del cisne; pero el Gobierno, finalmente y antes de reconocer oficialmente la existencia de enfermedades profesionales entre las trabajadoras dedicadas a la "ata" como rederas, ha optado por entregar a este colectivo (Federación Galega de Redeiras Artesás O Peirao) la Medalla al Mérito en el Trabajo.

Aunque llega tarde, este reconocimiento era necesario. Tarde, porque muchas mujeres de este importante grupo de "marineras en tierra" abandonaron su trabajo por la competencia desleal y la explotación a la que se han visto sometidas a pesar de ser fundamentales para determinadas artes que, de no ser por su aguja y manos ágiles, no serían rentables.

Sentadas sobre las redes, en el suelo, a veces sobre una pequeña banqueta, muchas veces de pie, soportando las inclemencias del tiempo hasta que a alguien se le ocurrió que los puertos pesqueros podían disponer de almacenes en los que pudieran llevar a cabo su trabajo con un mínimo de abrigo, las rederas han ido devanando ovillos de hilo para recomponer piezas que un día se rompieron al engancharse en las rocas o en cualquier pecio ignorado en el fondo marino.

¡Cuántas historias en ese ir y venir de la aguja! Cuánto se ha tejido y destejido en los muelles gallegos en los que se oreaban al sol los aparejos recién teñidos (cascados en los viejos lagares de las fábricas de salazón abandonadas, como ocurría en las inmediaciones de la antigua plaza de abastos de Ribeira, en los almacenes de la familia de "los de Sofía"). Y así en cada puerto, en cada rincón del litoral de Galicia.

Mujeres con las manos ateridas de frío o sudando bajo un sol de justicia en las Rías Baixas, la espalda formando ángulo agudo con las piernas y casi siempre encorvadas dale que te pego a una aguja antes de madera y hoy de cualquier material plástico.

Una estampa que llevar para siempre en el recuerdo, pero sin pensar seriamente en el mucho penar de un colectivo que ha trabajado y trabaja sin una continuidad que les permita ser trabajadoras fijas porque llevan a cuestas la condición de discontinuas.

Con Pilar López-Rioboo al frente del Instituto Social de la Marina se dieron los primeros pasos reales para el reconocimiento de las rederas y de determinadas enfermedades propias del trabajo que realizan. Ahora ha llegado la decisión de premiarlas. Pero queda mucho por hacer.

Noraboa, redeiras, atadoras.