La Unión Europea distribuye fondos. Los estados miembros los reciben, después de aportarlos en la medida establecida. Las regiones (en el caso español las comunidades autónomas) son los perceptores últimos en la cadena de tales fondos. Pero los fondos, no se sabe por qué, nunca o casi nunca, se destinan a los objetivos inicialmente propuestos.

De los fondos comunitarios se ha beneficiado, y mucho, la pesca española. Esas dotaciones económicas, junto con otras que provenían del Estado y de la aportación del armador, han servido para que en Galicia se construyesen y reformasen numerosos barcos.

Otros fondos, procedentes asimismo de la UE, sirven ahora para pagar el desguace de aquellos barcos modernizados o construidos de nuevo debido a que, según la Comisión Europea, hay muchos barcos y pocos peces en los caladeros comunitarios.

Todo un sindiós que nadie entiende realmente.

Cuando, hace más de 40 años, las antiguas carreteras nacionales españolas comenzaron a ser adecuadas al tráfico existente (Plan Redia), un entonces veterano marinero de Sada me decía al respecto: "¿Cuándo llegará el día en que los ingenieros se den cuenta de que es menos caro construir una carretera de dobles viales en el momento de su diseño, que ensanchar las carreteras ya construidas y que solo tienen dirección de ida y vuelta? ¿Es que no se dan cuenta del valor del dinero o es que de este modo contribuyen a hacer ver que en España no hay paro? Pues si no hay parados, es que estos se han ido a otros países en los que, desde hace años, existen autopistas".

No sé lo que el viejo patrón diría hoy a la vista del caos reinante en la mar. Ha habido euros -antes, pesetas- para construir barcos y ahora hay más euros para destruir los construidos. Pero, sin embargo, no hay euros para la realización de campañas temporales de pesca que permitan explorar nuevas especies comerciales o contribuir efectivamente al conocimiento del estado de los distintos stocks objetivo de las diferentes artes utilizadas por los pescadores. Tampoco hay euros para la realización de paradas temporales que permitan la regeneración de especies que pueden pasar por momentos de dificultad y, a la vez, no signifiquen una carga para armadores y tripulantes de los pesqueros que inciden en la pesquería vedada.

No, lo importante es eliminar barcos aunque esto signifique aumentar el paro entre los trabajadores de la mar.

Todo, por culpa de un fondo nunca bien utilizado y, en demasiadas ocasiones, adjudicado a dedo al amigo de turno.

Pues ya va siendo hora de que alguien ponga orden y concierto en un sector, el pesquero, que es imprescindible. Tanto, que Europa importa cada vez más pescado y marisco, a sabiendas de que esta importación presumiblemente le resulte más barata que sostener una flota que contribuyó a construir sin saber muy bien qué es lo que hacía.

Son los sabios comunitarios para los que un fondo es aquello en el que algo, desde la altura, acaba.

Y a fe que acaban con todo.