No, no es un falar por non estar calado. Es la constatación de un hecho: Hay armadores de buques de pesca que desean volver al viejo castillo en el que se concentraron los derechos de pesca de aquellos buques que, habiendo sido desguazados, pusieron a la venta tales derechos, con el beneficio de los que tenían un mayor poder adquisitivo. Otros, tratan de retrasar todo lo posible el momento doloroso de ver cómo el soplete hace añicos las ilusiones puestas en barcos que les proporcionaron momentos buenos y otros no demasiado malos, hasta que el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente parió la insólita idea de aplicar un sistema de reparto por el que tan solo se beneficiaban aquellos que, en los últimos años, más habían pescado y que se conocen popularmente como derechos históricos de pesca.

Ahora se pretende anular ese tipo de compras de cuotas que pertenecieron a barcos desguazados, sistema que, en fecha reciente, la Audiencia Nacional consideró inadecuado y que ahora debe ser el Tribunal Supremo quien determine al respecto.

Gracias a las cuotas individuales de pesca se ha revertido en buena medida lo que dejaba en el aire el plan de gestión (en cualquiera de sus dos versiones) del Cantábrico Noroeste con pocos años de vida y desaparecen de la lista los arrastreros autorizados a faenar en el caladero citado. De esta manera, el propietario de un buque opta por el desguace de este para lograr cuota que distribuye entre otros buques del mismo armador, que es lo que rechazan por ejemplo en Pescagalicia, cuya pretensión no es sino que las licencias que, por cualquier circunstancia quedan vacantes, se repartan entre la totalidad de buques de la misma pesquería o modalidad.

Esta circunstancia va en contra de aquellos armadores que, intentando sobrevivir, presentan su solicitud para el desguace de uno de sus barcos y de este modo, aquellos que tienen entre dos o tres barcos más, repartir con estos la cuota que correspondía al desguazado.

Para algunos armadores poco o nada avezados, este planteamiento puede parecer todo un negocio. Pero, a la vista de los documentos, se puede asegurar que lo único que se trata de evitar con el achatarramiento de un barco es la ruina del armador y, al tiempo, la pervivencia de otros buques de su propiedad. A mayor abundamiento: barcos como el Cordero, hundido el 16 de enero de 2008 a 320 metros de profundidad a unas 20 millas del cabo Prior, además de haber perdido las vidas de cinco de sus ocho tripulantes, ha significado la ruina de su armador. Este reclamó por activa y por pasiva para que se reconociese su derecho a utilizar la cuota de pesca de que disponía el pesquero siniestrado, pero no lo ha logrado. Otros armadores, caso de alguno de Ribeira, se han visto en la misma situación y no hay remedio para ellos.

¿Negocio el desguace? Un ejemplo: tengo ante mí la documentación que corresponde a un arrastrero con licencia para el caladero nacional Cantábrico Noroeste. Se trata de un barco de acero, de 30 metros de eslora, cuya adquisición ha significado para el armador el pago de algo más de dos millones de euros. Su desguace supone la percepción por parte del propietario del barco de poco más de 800.000 euros. Si, además, pierde por el achatarramiento la posibilidad de vender las cuotas que le correspondían, ¿qué beneficio logra?

Los barcos sin cuota no sirven para nada. Para su armador significan la ruina.