O Vanity Fair. Novela y película, sentimiento y exposición, forma de ser que acalla demonios interiores que la Asociación Española de Titulados Náutico-Pesqueros (Aetinape) denuncia rotunda y cabalmente al mostrar su indignación porque "ningún gobernante reconozca errores o pasividad en la prohibición del arrastre" en fondos superiores a los 800 metros, algo que, para la entidad, es un "paso definitivo en la liquidación de nuestro modelo pesquero".

Se preguntas Aetinape si ningún dirigente pesquero español va a dar explicación alguna por "el clamoroso fracaso que una vez más" ha cosechado España en la Unión Europea. Y profundiza en la crítica: "¿Nadie habrá con agallas políticas suficientes para dar explicaciones a un sector cuya ya profunda decadencia va a incrementarse a manos de los burócratas y los lobbies de Bruselas?"

Son preguntas que todos nos hemos hecho, de una u otra manera. Más, todavía, los profesionales de la mar que, como señala Aetinape, "comprueban en sus carnes y en sus perspectivas laborales cómo sus dirigentes abandonan la pesca a su suerte y se quedan en la copla del pudo haber sido peor".

Y es que, como ya hemos dicho en este periódico -y que los titulados náutico-pesqueros destacan asimismo- prohibir el arrastre en aguas comunitarias por debajo de los 800 metros de profundidad "modificará radicalmente lo que quedaba de nuestro sector pesquero" que, añade Aetinape, "ya practicaba con rigor una pesca responsable respetando las zonas de especial protección".

La medida, plantea asimismo la asociación, sienta un gravísimo precedente y recuerda, además, la implantación de las 200 millas de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) iniciada por Perú y rápidamente extendida a todos los países del mundo.

El lobby ambientalista ha urdido, con informes sin demasiado rigor científico, un planteamiento que, como era de esperar dada la vertiente "conservacionista", ha sido aceptado por la CE. Esos informes, afirma Aetinape, han sido "manejados por los grandes consorcios alimentarios y multinacionales petrolíferas, mientras los representantes políticos y empresariales españoles han sido incapaces de manejar la situación aportando estudios rigurosos que contrapesen la opinión radical de los lobbies a quienes interesa acabar con la pesca europea y sustituirla en los mercados por la acuicultura que permite a la industria de la distribución gestionar stocks, precios o logística con mayor facilidad, extorsionando a los productores más cómodamente". Esto justifica su esfuerzo, plantean los náutico-pesqueros, "para aniquilar la pesca marítima española, con costes sociales y laborales superiores a la capturada por países con menos costes laborales y ampliar las posibilidades de nuevas explotaciones petrolíferas".

Se ha dicho aquí por activa y por pasiva. Y es verdad que el propio sector -salvo algunos armadores y tripulantes ciertamente concienciados-, han puesto cremallera no sólo en su boca sino también en sus pensamientos.

Para Aetinape "esta grave situación ha sido un paso más en la liquidación de nuestro sistema pesquero, que lleva produciéndose a instancias europeas con los gobiernos de turno españoles como simples funcionarios que obedecen irresponsablemente las órdenes de la metrópoli".

Lo que se dice unos mandados.

Si no fuese una falta de respeto para los africanos, sí, bwana.

La feria de las vanidades tiene sentido tanto entre las organizaciones pesqueras españolas como entre los responsables políticos de la pesca.