El malestar por las condiciones de salud en las que se encuentran los distintos mares crece en toda Europa y Galicia no es ajena a este hecho.

Cuando es la misma Unión Europea la que legisla de forma que la prohibición del arrastre sea ya algo más que una amenaza para un sector de la flota de suma trascendencia para la comunidad gallega tanto en lo social como en lo económico, las voces de alarma a este respecto surgen por doquier y con una rotundidad que, en buena medida, evidencia la desesperanza de aquellos que, considerando que el arrastre es un arte más y que depreda si es utilizado indebidamente, no lo desvinculan de otras artes cuyos efectos, aseguran, son los mismos. Todo consiste en emplear las herramientas de pesca, aclaran, en su justo término.

A mayor abundancia, afirman que los fondos marinos están, en muchos casos, perdidos y que esta situación no la han originado los aparejos de arrastre sino la contaminación consecuencia de los vertidos de todo tipo: "Nosotros pescamos más mierda que peces. Y muchos de estos debemos descartarlos sin utilidad final para nadie, cuando la realidad es que aquello que se descarta, en lugar de ir a parar más o menos gratuitamente a las fábricas de harina de pescado podría ser entregado, por ejemplo, a centros de beneficencia. Claro que hacerlo significaría reconocer de forma oficial que la pobreza y el hambre se han instalado definitivamente en el país".

Si "pescan la mierda" en la tarea del arrastre quiere decir que esta se encuentra en los fondos marinos. Ergo: si no existiera el arrastre, el acumulo de basuras contaminantes para la fauna y la flora marinas sería peor de lo que ya es.

El temor al futuro inmediato es claro y aparece en varios frentes. Si a ello añadimos el daño que los obligados descartes generan en cada barco, pensar que el sector pesquero va a resistirse a tantos de esos frentes abiertos es una quimera.

"Contaminación, descartes y acción policial contra cada uno de nuestros barcos -afirma un armador de A Costa da Morte propietario de varios arrastreros- están creando el clima más adecuado para dejar que Galicia y España, diría incluso que Europa, dependan exclusivamente de la acuicultura que tanto apoyan y de la pesca que entra como Perico por su casa en la UE procedente de vaya usted a saber qué países o mares".

Un patrón interviene para llamar la atención sobre la intensidad de la vigilancia policial en la mar: "Conozco la práctica totalidad de los países con pesca de la Unión Europea. No he visto en ninguno de ellos -salvo hace unos años en Irlanda- los inspectores de pesca, la policía pesquera comunitaria. ¿Y sabes por qué no los veo? Porque esos inspectores o policías están aquí, en España, y particularmente en Galicia. Entre unos y otros (los inspectores de la Xunta, los de la Guardia Civil, los inspectores portuarios, los del Seprona, los de la Secretaría General de Pesca y los comunitarios) no podemos avanzar un par de millas sin encontrarnos a algunos de sus barcos. Nos vigilan a nosotros más intensamente de lo que lo hacen a los narcotraficantes. Quieren acabar con todo lo que signifique pesca y con la economía de muchos de nuestros pueblos. Pregunta en Malpica, en Fisterra, en Cariño. No hay más que lamentos y críticas a la seguidista política pesquera española".

Están convencidos de que lo que prima, ahora mismo, es impedir que mejoren las condiciones para pescar. Y que la acuicultura no es ajena a ello, como tampoco lo son las críticas de determinadas organizaciones medioambientalistas que solo ven la pesca como un enemigo de los mares.

"Cuando los más interesados en que existan peces somos nosotros", sentencia José Manuel.