Todo va bien. La pesca comunitaria, como la España de Aznar, también: sobre ruedas. Todo está encaminado: los tripulantes de las flotas pesqueras de la UE han ganado más que en los años anteriores (sin que se hayan hecho ricos), los armadores elevaron sus beneficios (por esto desguazan sus barcos), las lonjas van mejor (por eso apenas registran aumentos y muchas de ellas, sean municipales o de las cofradías, están a un tris de proceder a bajar las persianas) y, sin embargo, lector, el informe económico anual de 2016 de la UE, hecho con los datos facilitados por los países miembros y la aportación de distintas entidades y organismos, apuntan alto: las perspectivas siguen siendo positivas.

En mi pueblo, que derrocha Cariño a mansalva, -y en el resto de Galicia- se preguntan hacia qué punto de la economía social europea apuntan esos datos según los que, entre 2008 y 2014, la flota de la UE sufrió pérdidas persistentes y pasó a beneficios netos de 770 millones en 2016. El comisario Karmenu Vella, responsable de Pesca y Asuntos Marítimos de la UE, cree que la tendencia "positiva de los últimos años dio lugar a mayores salarios para los pescadores, mayores beneficios para la industria pesquera y más valor añadido para las comunidades dependientes de la pesca". Esto demuestra, para Vella, que la pesca sostenible "está cargada" (no dice de qué) y que "en el futuro muchas acciones crecerán si se pesca de forma sostenible".

¡Viva la diferencia! Maria Damanaki sentó cátedra en la cartera de la que ahora se ocupa (me pregunto si le preocupa) Vella. Y descubre este buen señor, la pólvora (mojada, supongo): la pesca sostenible carga de futuro las redes de los barcos.

Ánimas benditas, señor Vella. Y si no pescaran, más peces habría... para barcos chinos, rusos, supearrastreros de otras banderas... Incluso se podría prescindir de una Comisión -que usted dirige- inútil, inservible, que parece existir como refugio de desnortados a los que nadie sabe, en la UE, dónde colocar.

Una CE que, como el Senado español, sirve solo para dar a ganar un sueldo a unos soldados (¿asalariados?) comunitarios que viven de lo que los lobbies y los grupos ecologistas les dicen.

Ibáñez, el ilustrísimo dibujante y humorista español, los define en su personaje inolvidable Ángel Síseñor. También, por los efectos, podrían ser el famoso Rompetechos, porque no ven un burro en aguas someras.

Habrán descargado sus conciencias, cabe esperar.