Y van... Pero no aprendemos. Seguimos echando la culpa al mar. Porque hay mucha gente, entre ésta muchos marineros, que considera que el mar ha de cobrarse vidas humanas como peaje por lo que de él se extrae. Pero pagan, casi exclusivamente, los pescadores. Un poco la marina mercante y, casi nunca, la Armada.

Cuestión: los mercantes y los tripulantes de buques de la Armada están entrenados. Saben lo que han de hacer en cada momento y dar una respuesta inmediata a cualquier emergencia.

¿Quiere esto decir que en un barco de pesca desconocen qué se debe hacer en circunstancias de peligro como puede ser un abandono de buque?

No puedo dar una contestación rotunda, pero me tienta el aseverar que la respuesta al riesgo solo se tiene en cuenta cuando ya no queda más remedio.

Un marinero-pescador tiene, en teoría, conocimientos suficientes para desempeñar su tarea a bordo como profesional de la pesca. Desde hace años, la inmensa mayoría de ellos sabe nadar (aunque parezca extraño he conocido a muchos que tan solo flotaban unos minutos en el agua). Los trajes de supervivencia ni están ni se les espera en muchos barcos de pesca y buen número de tripulantes tampoco sabe cómo utilizarlos; los chalecos salvavidas son un adorno; la ropa de agua y las botas, anclas para el fondeo de marineros desesperados; las balsas salvavidas, un olvido... Y los sistemas de comunicación, una lección por aprender definitivamente.

¿Qué pudo haber impedido una llamada de socorro antes de que el barco se hunda?

En numerosas ocasiones escribimos y leemos que el hundimiento fue tan rápido que no dio tiempo a activar la alarma ni poner en movimiento la radiobaliza del buque, sin tener en cuenta que esta actúa per se cuando el lugar en el que la radiobaliza se halla se encuentra ya a una determinada profundidad y es la presión la que la activa. Pero se puede y debe poner en funcionamiento cuando corresponde y no dejarla al albur de los acontecimientos.

En aguas de Asturias, un palangrero de fondo cariñés, con 12 tripulantes a bordo, pasó el viernes por el peor de los trances: su hundimiento a 50 millas al norte de Navia. Parece que ha habido más prisas en abandonar el barco que en dar a conocer la posición de éste y qué había ocurrido, tal vez confiados en que ésta, por sí misma, ofrece todos estos datos y sin pérdida de tiempo para nadie.

Lo mejor, sin duda, que no ha habido muertos ni desaparecidos. Tanto ellos, los tripulantes, como sus familias, pueden contarlo esta vez. Otros muchos no, después de haber pasado por las mismas o similares circunstancias. Servirá de lección para estos doce hombres de la mar, profesionales de la pesca...

¿De la pesca? ¿Era tan importante ignorar los constantes llamamientos a través de los distintos medios de comunicación para que los barcos permaneciesen en puerto? Por cierto: ¿qué hacía en la mar el pesquero de Cariño, acaso no pudo llegar a un punto de arribada? Antes se cerraban los puertos, pero claro, eran los "tiempos" de Franco y nadie se atrevía a contravenir las órdenes de la Comandancia de Marina. Hoy, los capitanes marítimos -en cualquiera de sus grados- son civiles y no ordenan, recomiendan. Lo dejan, parece ser, al criterio de los que han de morir para pagar el canon que la mar se cobra por poder pescar.

Quedaría bien diciendo que me niego a comer un pescado que cobra tan alto precio por su consumo; pero vamos a seguir comiéndolo, porque siempre habrá un pardillo que piense que, gracias al mal tiempo de mar y viento, los precios del pescado serán más altos. Y se equivoca.