-¿Se notan cambios tras el relevo de Maria Damanaki por Karmenu Vella como responsable de la política pesquera comunitaria?

-La verdad es que sí, en sentido positivo. Con Damanaki estábamos sometidos a oleadas legislativas que básicamente se dedicaban a prohibir: el corte de aletas a bordo, las redes de enmalle de deriva, el arrastre en aguas profundas? Se dedicaba a matar moscas a cañonazos. Vemos que la Comisión ha dado un cambio para bien.

-Y la llegada de Donald Trump a la Presidencia de EEUU, ¿afectará a la pesca?

-Es algo que habrá que ver, sobre todo en cuanto al tema de la gobernanza oceánica. Por poner un ejemplo, ahora están de moda las aéreas marinas protegidas en aguas internacionales y parece que hay una competición entre estados para ver quien hace el área más grande. El problema es que muchas veces declaran espacios protegidos que luego nadie controla. Se prohibe entrar en una región para cualquier actividad y luego no se ve si es beneficioso o negativo.

-¿Cómo lo que decidieron en la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza de la ONU?

-Sí. En esa última convención de la UICM declararon que se debería llegar a un 30% de la superficie de los océanos cerrada a la pesca. Vemos esta medida exagerada y lo que decimos es que si hay un área vulnerable se cierre si los científicos así lo deciden. No cerrar porque sí, porque queda bonito. Entonces, con el cambio de Trump tenemos que ver si quiere seguir esta línea. También con el tema de los mercados, saber si llega esta línea de apertura.