Entre las aspiraciones de los montañistas que en el mundo hay, figura una aspiración que, sin ser la suprema, es de las más importantes: ascender, por lo menos, uno de los picos o montañas catalogados como "ocho mil" por su altura máxima.

Y ocho mil son los gallegos que, habiendo sido tripulantes de buques noruegos y haber cotizado a la Hacienda Pública de este país nórdico como trabajadores en buques de su pabellón -una extensión del territorio patrio de los noruegos- se ven afectados por la negativa sistemática del Gobierno de Noruega a reconocer que tienen derecho a percibir, como hacen los nacionales, sus más que merecidas pensiones de jubilación.

En las últimas semanas se han acumulado razonamientos para, cuando menos, hacer que los representantes legales del país escandinavo caigan en la cuenta de que ya no pueden seguir escamoteando a los tripulantes gallegos sus derechos a la percepción de la paga que les corresponde y, unidas a esta, las cantidades acumuladas desde que, por su edad, tienen derecho a recibir la pensión. Para algunos, tristemente desaparecidos, ya no llegará a tiempo; pero esos "ocho mil" van a tener que irse haciendo a la idea de que, de un momento a otro, ese dinero -que a Noruega le sobra porque no es suyo- va a ser ingresado en sus cuentas particulares.

A mayor abundamiento, la Xunta ha asumido su responsabilidad de interponer una demanda ante el Gobierno noruego en tal sentido. La interposición de tal demanda ha sido aprobada por la unanimidad de los parlamentarios gallegos a iniciativa del BNG, lo que sin duda va a reforzar los planteamientos judiciales, si estos se producen en tiempo y forma.

Puede que la escalada no sea el fuerte de los marineros gallegos; pero estos están más que habituados a otear el horizonte desde la cubierta o el puente de sus barcos. No olvidemos que la mar da muchos ocho miles en una navegación que nunca ha sido placentera para acceder a los puertos noruegos. El premio está al caer. Será, sin duda, bien recibido. Merecido está.