Hacía muchos años, no menos de 50, que no escuchaba la frase que da título a este artículo y, mire usted, lector, viene el mismo como anillo al dedo a la vista de cómo están las cosas para los profesionales de la pesca, a los que no se une ni utilizando el más seguro pegamento.

Pero es que tampoco -al decir de los propios marineros- se hace nada desde la Administración pesquera para lograr ese encuentro real, esa unión que pueda vertebrar un sector tan sumamente dividido que ni siquiera ellos mismos, los marineros, alcanzan acuerdos para hacer que, como tal sector, el de la pesca pueda ser incluso temido por su fortaleza. Que la tendría si realmente los profesionales de la pesca quisieran, intentaran, supieran llegar a esa unión.

En la pesca artesanal, base fundamental de las economías de miles de familias gallegas -y, por tanto, de muchas de nuestras poblaciones costeras- se viven actualmente las circunstancias de las vedas que afectan a recursos indispensables para el sostén de esas familias. Por ejemplo, embarcaciones de 4 o 5 metros de eslora que se dedican al marisqueo en, por señalar un lugar, una de nuestras rías. Son embarcaciones que tienen, además, la posibilidad de utilizar otras artes menores que, sin embargo, hay muchas que no ejercen. Se hace notar que, cuando la almeja escasea, los propietarios de tales embarcaciones procedieron a la venta de las licencias de pesca -que se cotizan prácticamente como las licencias de los taxis- para comprar planeadoras con las que dedicarse a sus actividades extractivas. Estas embarcaciones, que no son pocas, ha habido que regularizarlas y muchas están todavía en fase de estudio y dictamen.

Por otra parte, marineros de oficio fueron autorizados a construir gamelas (lanchas) que, en buen número de casos, han sido reconvertidas para ser dedicadas a la extracción del percebe y la potencia de sus motores choca con la normativa de la Xunta y de la Secretaría General de Pesca, por lo que de nuevo hay que recurrir a una regularización que no se logra con el paso de los años. La Administración legisla, pero a la hora de la verdad no controla lo que realmente pasa en el mar. Mucha gente ha comprado embarcaciones de la 3ª Lista y ahora no tiene qué pescar.

Otro grupo: el de recursos específicos dedicados al percebe, las algas, las anémonas, los poliquetos, el erizo, etc., utilizan lanchas con potencias muy superiores a los 150 caballos. La Guardia Civil no puede con todos y la ría de A Coruña está "plagada", aseguran los pescadores de bajura, de aparejos largados por las planeadoras, que no dejan un hueco en el que poder largar los de otros barcos tan necesitados o más de capturas como aquellos que han invadido, por decirlo en términos futbolísticos, el campo de juego.

Buen número de los marineros piden constantemente, afirman, a la Xunta que autorice a las lanchas de recursos específicos pasar a la 4ª lista, perdiendo de este modo su posibilidad de mantenerse en la de los de recursos específicos, que quedarían para artes menores.

Es cuestión de regulación, de orden, que cada uno sepa cuál es su posibilidad de trabajo y cuándo puede ejercer este. Pero el galimatías es tan grande, el desorden es tal, que no hay quien entienda lo que verdaderamente ocurre en la mar más próxima y así nos luce el pelo.

Lo dicho: " Tal para cal, maraghota e media".