Una dilatada historia como patrón mayor de la Confraría de Pescadores de Burela -una de las más importantes de Galicia- y como presidente de la Federación Provincial de Confrarías de Pescadores de Lugo, ha permitido a Basilio Otero acceder sin ninguna traba a la Presidencia de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores. Consecuentemente, y a pesar del poco tiempo que lleva al frente de la nacional de pósitos de España, Basilio Otero ha extraído sus primeras conclusiones. Y, reflexionando para LA OPINIÓN, concluye que las cofradías se miran demasiado al ombligo y no prestan demasiada atención a lo que se cuece a su alrededor.

No ha tenido ningún temor al expresarse, a pesar de ser sabedor de que todo aquello que pueda opinar pasa a formar parte de esa negra historia que desde hace tiempo le vienen adjudicando como militante político (que no sé si lo es o no) en el partido que gobierna en España. Nada nuevo, por otra parte, si tenemos en cuenta que hay un vivero de votantes del PP en casi todas las cofradías españolas.

A mí no me preocupa la militancia de los directivos de los pósitos españoles. Me preocupa su gestión y la defensa que puedan hacer de un sector cada vez con menos fuerza y que se desintegra a marchas forzadas creando interfederativas y similares que no hacen sino restar potencia a un órgano -la federación nacional- al que siempre se ha tenido en cuenta incluso cuando venían mal dadas.

Muchas cofradías celebran este año el primer centenario de su fundación. Me pregunto si la actual desunión de los pósitos es consecuencia de la fuerte unión existente hasta ahora, dejándose arrastrar por la búsqueda de potencialidades para unas entidades sin ánimo de lucro que, en algunos casos, no han perseguido sino ese lucro al que se suponía renunciaban históricamente y por principios.

En el País Vasco funcionan como entes autónomos del resto de federaciones y, a lo que se ve, no les va nada mal. Disponen, por ejemplo, de su propio cupo de pesca en aguas del Cantábrico Noroeste y hacen y deshacen a su antojo -o casi- mientras los gallegos y los asturianos elevan el tono de su voz para no conseguir sino una mirada conmiserativa y una palmadita en el hombro por parte de los responsables nacionales del desaguisado. Porque, eso sí, los cupos funcionan bien para ellos, con la suerte añadida de que las pesquerías que les interesan se inician precisamente en aguas del golfo de Vizcaya, a donde gallegos y asturianos han de acudir en determinadas épocas del año para poder pescar porque esa pesquería está prácticamente agotada cuando alcanza las costas de Galicia.

¿Por mirarse al ombligo?

No diría que no. Pero el haberlo dicho seguro que no ha gustado a más de un patrón mayor o presidente de federación provincial de cofradías.