Cariño, Lira y ahora Malpica... Poco a poco las cofradías de pescadores van cayendo y, cual castillo de naipes, dejarán al garete su esqueleto secular sin que nadie eche una mano para salvarlas y, con ellas, reanudar una actividad que, al menos en Galicia, resulta indispensable para la mayoría de los pueblos pescadores.

¿Por qué caen los pósitos de pescadores si, como tantas veces han reconocido las distintas administraciones, cumplen unos objetivos que para nada son ajenos a, por ejemplo, la Administración central y la Xunta, y cuando se comprueba que muchos países europeos quieren adoptar el sistema a sus peculiaridades, lo que no es sino el reconocimiento de su valor intrínseco?

Hace años, el tristemente fallecido José Manuel Vila (a la sazón secretario de la cofradía de pescadores de Malpica y diputado del PP, partido del que fue portavoz para asuntos de la pesca en el Parlamento de Galicia), advertía del daño que se estaba causando al pósito local y al propio municipio malpicán por el empecinamiento de los armadores de buen número de barcos con base en este puerto de acudir a lonjas como la de A Coruña a vender sus capturas de pescado, legal o ilegalmente. Tales ventas repercutían negativamente en los intereses de la lonja y puerto locales y ahora, años después de la advertencia de Vila, la cofradía de pescadores que con tanto celo regentó como secretario se encuentra ante una deuda de 300.000 euros con Portos de Galicia y con la Seguridad Social, lo que pone en riesgo -como ya había predicho el recordado secretario- la supervivencia del pósito y los puestos de trabajo creados en el ámbito de la cofradía a lo largo de sus 60 años de existencia.

Ni una sola voz se ha escuchado en reclamación de una salida viable. Y si las cuentas no están erradas, son alrededor de 200 los socios de la cofradía que tienen derecho a voz y voto. No solo por el grave perjuicio que el cierre del pósito acarreará a la villa, sino porque la deuda que la cofradía arrastra no se puede asumir por parte de una entidad de derecho público que nunca ha tenido ánimo de lucro y cuyo personal, afectado por un Expediente de Regulación de Empleo (ERE), lleva sin cobrar desde hace casi cinco meses.

El papel del pósito resulta decisivo para Malpica. Las aportaciones económicas de los barcos con base en su puerto son insuficientes. La fábrica de hielo, creada por los propios armadores que rigen el pósito, apenas si da respuesta a la previsión de actividad en la que se basaron para su construcción y evitar, de este modo, desplazamientos más o menos lejanos de los barcos locales. Todo es insuficiente y de este manera no se puede amortizar una deuda que hunde cada día más a un señera entidad que, por las circunstancias en que se encuentra, ni siquiera puede acceder a las subvenciones públicas.

Mientras tanto, la Consellería do Mar parece lavarse las manos cuando en realidad es la más implicada en la resolución del problema: uno de los acreedores más importantes de la cofradía malpicana es un ente, Portos de Galicia, dependiente de la comunidad autónoma, que parece no tener nada que decir al respecto.

Tal vez lo tenga que decir la conselleira do Mar, Rosa Quintana, a quien José Manuel Vila ya le hubiera arrancado un compromiso de solución.