La industria conservera europea (y gallega, por extensión) es la más avanzada del mundo, pero su hegemonía no se traduce en preseas, ante lo que reclama "igualdad de trato" para frenar la ofensiva asiática. El trono mundial en el segmento del atún es cosa de Tailandia y Ecuador, por delante de España, y con productores al alza como Indonesia, Filipinas, Vietnam o Papúa Nueva Guinea. Mucha competencia -y poca resistencia- que se traduce ya en el hecho de que más de la mitad de los túnidos que se consumen en Europa proceden de terceros países. El sector tiene un culpable: Bruselas. "Es quien impulsó a estos terceros países, hay que decirlo así de claro", dijo ayer en Vigo el director del Observatorio de la Trazabilidad, José Carlos Castro. Fue como un déjà vu que resonó en la jornada inaugural de la VIII Conferencia Mundial del Atún. La primera vez que la ciudad acogió este simposio internacional, en 2001, la industria atunera lamentó exactamente lo mismo. La UE, además de desoír el clamor, respondió con la firma o negociación de acuerdos de libre comercio con estos mismos países que amenazan la viabilidad del sector autonómico.

"Nuestra desventaja competitiva es la mano de obra, y tenemos que paliarlo con tecnología y optimización de costes", asumió el director de Operaciones de Jealsa, Juan Luis Alonso. "Pero necesitamos un campo de juego. Filipinas podría vendernos lomos de atún sin aranceles, pero no quiere. Prefiere introducir aquí sus conservas", añadió Alonso. Este país goza ya de "condiciones de acceso preferencial" para la venta de productos a través del programa SPG+ (una evolución del Sistema de Preferencias Generalizadas o Generalised Scheme of Preferences), ideado para favorecer el desarrollo de economías más desfavorecidas. La única contrapartida que requiere Bruselas es que el estado en cuestión "haya ratificado y aplicado de manera efectiva convenios sobre derechos humanos y laborales". A partir de ahí, goza de exenciones parciales o totales en materia arancelaria.

El rechazo a esta política de liberación fiscal fue ya el himno de la tercera edición de estas jornadas, en 2006. "No se pueden poner puertas al mar, pero tampoco permitir la entrada de productos que no cumplen las normas comunitarias", dijo entonces el secretario general de la patronal conservera Anfaco-Cecopesca, Juan Manuel Vieites. Y hasta hoy. El 54,27% del atún en conserva que se consume en Europa es importado y la demanda asciende a 711.376 toneladas anuales. Reino Unido, con más de 100.000 toneladas, es el país comunitario (de momento) que más alimenta la industria foránea, según los datos aportados ayer.

El representante de Jealsa lo ilustró con cifras: en Europa, la mano de obra asciende a 2.000 dólares mensuales, por los 100 de Asia o los 150 de América Latina. "Tenemos la normativa más exigente para la transformación de productos del mar", recordó Castro, quien apostilló que la "no igualdad de trato" propicia situaciones "inaceptables" como la pesca ilegal o el trabajo infantil. "Solo queremos que se cumpla la ley para competir", reclamaron los representantes del sector.

Los expertos recordaron que la necesidad de materia prima para la industria europea asciende a 107.000 toneladas anuales de lomos de atún, mientras que el contingente autorizado por Bruselas sin aranceles es de 25.000 toneladas. Esta reclamación suscitó el primer gran debate en la conferencia mundial ante las preguntas de asistentes, algunos de los cuales acusaron al sector de querer importar materia prima barata. El presidente de la firma Albacora, Iñaki Latxaga, fue uno de ellos, y emplazó al sector a "pagar un poco más" para garantizar la seguridad en el comercio. "Todas las alarmas sanitarias por el atún procedían de allí", dijo Latxaga sin nombrar lugares, pero en clara alusión a los países orientales.