Reconozco mi beligerancia contra el panga. Y reconozco también que muchos otros periodistas españoles y europeos han marcado territorio denunciando las irregularidades de la exportación, por países asiáticos -especialmente Vietnam-, de un pez insípido, de río (que se vendía como de mar), que llegaba congelado y se expendía en las vendedurías de pescado como si fuese fresco, criado en aguas absolutamente contaminadas y que la UE importaba como si en ello no se jugase nada cuando estaba harta de conocer que las piscifactorías del delta del río Mekong no pueden vanagloriarse, ni mucho menos, de las condiciones de salubridad que han de cumplir los países comunitarios.

Ahora, y a pesar de las campañas en su favor realizadas por los países afectados, la exportación a Europa del panga ha descendido hasta límites que lo hacen absolutamente irrentable, lo que ha conducido a la industria acuícola vietnamita a desarrollar campañas que pretenden lograr certificaciones de sostenibilidad que, dicho sea de paso, son insostenibles hasta tanto no logren -extremo este sumamente difícil- descontaminar el río Mekong, que es donde el panga se cría y del que procede mayoritariamente para venderse, entre otros países, en España. Según han difundido algunos medios de comunicación españoles, el descenso de las ventas de panga en Europa ha sido de un 24% en tan solo los primeros cuatro meses de este año. Y la pretendida certificación de sostenibilidad ASC no logra el 20%.

Reconocido por los consumidores como un pescado de baja calidad y escasas propiedades nutritivas, el panga parece haber iniciado un declive más que importante después de haber logrado, en territorio español, introducirse en centros oficiales como colegios y hospitales, un hecho que indujo a muchos consumidores a reclamarlo en las grandes superficies comerciales. Estas, de forma paulatina, lo han ido retirando de sus pescaderías ante la negativa de los clientes a adquirirlo o a interesarse por la seguridad ofrecida en su consumo.

No todas -ni mucho menos- las granjas de panga establecidas en el río Mekong han obtenido la certificación de sostenibilidad y las que lo han logrado han de demostrar que su cría y engorde no afectan a otras especies de peces de río en peligro de extinción y que utilizan eficientemente el agua de su hábitat, que ha de ser obligatoriamente analizada antes de que el panga salga de su medio.

Si la certificación resulta difícil en Vietnam, mucho más lo es en Europa. Al menos aparentemente.