Hace 31 años que algunas personas, directa o indirectamente vinculadas al sector pesquero, comenzaron a sentir la angustia de saber que el acceso de España a la entonces Comisión Económica Europea (CEE) no iba a significar la panacea de los males que entonces comenzaban a aflorar fuertemente en la flota que faenaba en aguas comunitarias.

Muy al contrario, los males de entonces se multiplicaron y, a día de hoy, aquella flota de los que fueron más de 400 barcos españoles -en su inmensa mayoría gallegos-, se redujo de forma tan notable que de los famosos trescientos que posteriormente recibieron las bendiciones oficiales para figurar en el registro de buques de pesca españoles que podían acceder a los caladeros de la hoy UE apenas quedan con licencias de pesca en esas aguas un máximo de 75.

A lo largo de estos 31 años de etiqueta o marchamo europeísta me he preguntado muchas veces qué podría haber ocurrido a nuestra flota pesquera (la mayoría con base en los puertos de A Coruña y Vigo) de no haberse integrado España en las estructuras comunitarias. Y me lo pregunto mucho más en los últimos tiempos tras las negociaciones que la UE y el Reino Unido llevan a efecto para negociar lo que se podría entender como un estatus peculiar entre un país que abandona la organización de estados europeos y la propia organización. Y a la vista de lo que acontece, concluyo que los británicos no van a salir mal parados en lo que a la pesca atañe porque, parece evidente, UE y Reino Unido están abocados a un entendimiento cordial porque se necesitan entre sí.

Cuestión: ¿sería este también el resultado, con el paso de los años, de un estatus más que probable entre la UE y un estado no asociado oficialmente (España) cuya flota era entonces la más importante de Europa?

Difícil decir que sí, pero no lo es menos decir que no. Porque seguro estoy de que Francia, Alemania, Holanda, Reino Unido, Irlanda, Italia, Grecia, incluso Portugal, podrían sentirse más tranquilas -¿satisfechas?- sin contar con la competencia de los buques de pesca españoles. Y a las pruebas me remito: ningún estado miembro de la UE ha cedido tanta flota pesquera como la que España ha dejado en el camino en estos 31 años de su existencia como nación integrante de la UE.

La pesca española pagó, en buena medida, los platos rotos de la integración española en la Comunidad. Nuestra flota dejó muchos pelos en la gatera y en la negociación cedió mucho más de lo que le convenía. Pero, al parecer, no quedaba otro remedio y esto lo sabían aquellas naciones que amenazaban con el veto a otros aspectos del tratado que a España le convenía mucho más porque, se diga lo que se diga, Madrid no siente en carne propia las consecuencias de la mar y los barcos que en esta pescan. Mucho menos, los hombres que los tripulan.

Y así nos va: perdido el 75% del potencial pesquero en tan solo 31 años. Y aún así, seguimos dando la batalla. Por más que en esta seguimos perdiendo efectivos. En la gatera comunitaria siguen quedando muchos pelos españoles. Y el Reino Unido, con su tan traído y llevado Brexit, seguro estoy de que no va a dejar ninguno en materia pesquera. Porque la UE necesita sus caladeros y los barcos británicos precisan de los mercados de la Unión Europea.

La ilusión no se pierde totalmente. Pero sí la fiebre que inicialmente hacía brotar con el señuelo de haber perdido el franquismo y lograr que nos admitieran en un club del que no todos los países europeos formaban parte.

No obstante, me queda la duda.