Fundamental para las flotas y la industria conservera de España y Portugal, los responsables de Pesca de estos dos países no han dudado en dedicar semanas de trabajo para presentar a la UE un plan de gestión que evite el recurso a la recomendación del ICES [el Consejo Internacional para la Exploración del Mar, los científicos que asesoran a Bruselas sobre la situación de los caladeros] de cerrar la pesquería en 2018. Este cierre sería un golpe decisivo, casi mortal, para un sector que depende en gran medida de la captura de la sardina ibérica.

Esta pesquería resulta esencial en Galicia para las flotas de bajura, especialmente la de cerco, que no se pueden permitir prescindir de ella, tanto social como económicamente. Otras pesquerías, como las del jurel, caballa o anchoa, son complementarias a la de la sardina. Y, todas, de una u otra manera, se ven tocadas por las decisiones comunitarias de recortar los TAC pensando en una salida para mantener vivo el RMS [Rendimiento Máximo Sostenible] que tanto parece preocupar a los gestores de la CE.

Digan lo que digan para estos es decisivo mantener ese RMS. Más, mucho más, que la pervivencia del oficio de marinero y el trabajo de miles de personas que emplea el sector conservero. Para la UE parece mucho más importante la entrada en su territorio de conservas libres de aranceles procedentes de países terceros o pescado fresco asimismo liberado de cargas arancelarias que ayudar a un sector pesquero básico para las economías de regiones comunitarias como pueden ser, en el Cantábrico Noroeste español, Galicia y Asturias y, en menor medida, Cantabria y País Vasco, y Andalucía.

Desconozco los motivos por los que la CE sostiene esa especie de espada de Damocles sobre el sector pesquero español. Viene siendo así desde el momento mismo en el que se aceptó la entrada de España en el consorcio de estados que conforman la hoy UE. Nos han hecho pasar por pruebas muy duras que van desde la prohibición de acceso a determinados caladeros para, posteriormente, exigir a nuestros barcos medidas tendentes a la reducción de toneladas y potencias para llegar, en los últimos tiempos, a circunstancias tan lamentables como es la reducción de flotas y el consiguiente desguace de estas. Aún así, la pesca se mantiene, por ejemplo en Galicia, como un pilar básico de la economía de esta comunidad autónoma. Y la UE no quiere verlo, no quiere entenderlo, no quiere asumir que la existencia de diversas flotas y, por tanto, de distintas pesquerías a las que acudir cada año, son esenciales para la existencia de Galicia como país.

Me gustaría saber qué esperaban los países que ya conformaban la CEE cuando España y Portugal pasaron a formar parte del club comunitario. Sabían de sus carencias y conocían sobradamente sus dependencias. Por ejemplo en el aspecto de la pesca. Y aún así dieron su consentimiento a esa entrada y, con grandes alharacas, fuimos recibidos en tiempos de Felipe González en aquella Comisión Económica Europea. Dudo de que esta tuviese en mente que España pudiera convertirse en uno de los cuatro grandes países de la UE. Tal vez por esto se nos siega la hierba bajo los pies de los responsables del sector pesquero español: es importante que estemos ahí, pero que no medremos más que los padres de la UE.

Y así nos va.