En Galicia son, cuando menos, seis mil las mujeres que diariamente realizan trabajos directamente relacionados con la pesca: rederas, mariscadoras (mayoría), conserveras, pescadoras (pocas), etc. Su trabajo de muchos años no ha servido para que el reconocimiento a su tarea haya estado en primera línea, como lo está el que desarrolla el hombre. Es más: ha sido el hombre de la mar -al menos sus dirigentes- el que ha puesto la proa al acceso de la mujer a simples responsabilidades en el sector, con la excepción de las pocas que, por herencia, se hacían cargo de la dirección de las empresas pesqueras familiares.

Actualmente, y en buena hora, la mujer accede a puestos de gran responsabilidad en el ámbito local, autonómico, nacional e incluso internacional. Y de ello, cómo no, se ha felicitado la conselleira do Mar, Rosa Quintana, en la presentación de la página web de la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca (Anmupesca), entidad de la que la conselleira dijo que trata de "aglutinar a una docena de colectivos de armadoras, rederas y mariscadoras, entre otros perfiles femeninos de profesionales del sector del mar" e incidió en la importancia de su creación porque permite "dar mayor visibilidad al papel de las mujeres que diariamente desempeñan trabajos directamente relacionados con la actividad pesquera en el conjunto del Estado".

Si bien Anmupesca se debe en buena medida al quehacer, apoyo y coordinación de la Confederación española de Pesca (Cepesca), no se puede olvidar que el principal impulsor de esa "visibilización" de la mujer en el sector pesquero gallego no fue otro que el exconselleiro de Pesca de la Xunta, Enrique López Veiga, quien, supuestamente con la aquiescencia del entonces presidente del Gobierno gallego, Manuel Fraga Iribarne, dio el primer paso para reconocer el peso específico de la mujer en un mundo hasta entonces reservado al hombre y en el que éste se valió de todo lo posible para impedir el desempeño por "ellas" de papeles reservados exclusivamente a "ellos" porque estos eran los que establecían las reglas del juego. Incluso para presidir asociaciones de mariscadoras o patronear las cofradías de pescadores.

López Veiga fue incluso mucho más allá: planteó la necesidad de que la mujer, en igualdad de condiciones con el hombre, accediera a puestos de trabajo en barcos, inicialmente los de la bajura, y promover así el empleo femenino en la mar.

No lo consiguió totalmente. Pero resulta indudable que el camino recorrido se debe, en buena medida, a un hombre -hoy presidente de la Autoridad Portuaria de Vigo- que aun habiendo tenido algún que otro desencuentro con, por ejemplo, las mariscadoras de Valdoviño y Cedeira o las pescantinas de Pontevedra, planteó y logró el reconocimiento de la profesionalidad de la mujer en el marisqueo, hoy base fundamental de Anmupesca, y sentó las bases -junto con Carmen Gallego, su sucesora en el cargo- de la profesión de las rederas.