La Federación Nacional de Cofradías de Pescadores, con sede en Madrid (calle Barquillo) quiere enjugar el déficit acumulado durante años. Eso que ahora se denomina "déficit cero". Y para ello, su presidente, Basilio Otero, ha propuesto -en la reunión conjunta extraordinaria de la Comisión Permanente y del Comité Ejecutivo de la propia Federación Nacional- que se le autorice a vender la sede social y aplicar otras medidas de gestión que considera necesarias "para lograr un equilibrio" que permita recuperar el pulso de una entidad modélica que se ve obligada a ajustar costes.

Los asistentes a la reunión señalada autorizaron esa venta y que se proceda a tramitar "el oportuno poder notarial" que recoja dicho acuerdo.

Ante la que parece inminente venta del inmueble, la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores se ve en la necesidad de alquilar un local para oficinas.

Ante la previsible pregunta de cómo se ha llegado a esta situación, no cabe otra cosa que echar números, revisar las cuentas y establecer el grado de compromiso que tanto la dirección de la entidad como los afiliados a esta han tenido con ella y, sobre todo, van a seguir teniendo en el futuro inmediato.

Está en juego la pervivencia de una institución centenaria nacida en el seno de la familia pescadora española, que siempre la ha tenido como propia.

Pero este sentido de la propiedad parece no ser suficiente.

En Galicia quedan vestigios de lo que fueron los inicios de las hoy cofradías de pescadores: aquellas vetustas organizaciones que, por ejemplo en A Coruña o en Pontevedra, surgieron como respuesta a una necesidad muy definida de respuestas a los problemas que el gremio de mareantes encontraba para desarrollar sus proyectos.

Fuertes en esencia, tanto en la capital pontevedresa como en la coruñesa, los pescadores hicieron todo lo que estuvo en su mano para atender las demandas sociales de su entorno. Pujaron fuertemente y salieron adelante. Pero fue siempre desde un planteamiento de unión, de compromiso, de esfuerzo por lograr no solo embarcaciones adecuadas sino sistemas salariales dignos y un fuerte complemento social al aspecto económico.

Con la ayuda de distintos gobiernos nacionales, ya constituidas aquellas entidades en una Federación Nacional, esta mostró su pujanza hasta el punto de haber planteado manifestaciones, huelgas y amarres de buques a gobiernos constituidos como consecuencia del voto popular. Y aun así, supieron salir a flote.

¿Por cuánto tiempo?

Creo que desde la oposición de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores a los incrementos constantes de los precios del combustible los consiguientes gobiernos no miraron con los mismos ojos a la institución. Se redujeron las ayudas económicas a su sostenimiento -siempre culpando de ello a la crisis- y la federación comenzó a hacer aguas y a entregar la cuchara, término de actualidad en el ambiente deportivo.

Tan se ha entregado esa cuchara, que la federación -una vez más comandada por un gallego- tiene ante sí una dura pendiente en la que, más que andar, deberá escalar a buen ritmo si quiere volver a ser lo que fue.