Se cumplen diez años de la puesta en marcha de una iniciativa que muy pronto pasó a formar parte de la actividad diaria de la flota artesanal gallega: PescadeRías.

La idea de la entonces Consellería de Pesca era promocionar los productos del mar que extraía en cualquiera de sus modalidades la flota de bajura garantizando su calidad y que el consumidor los identificara en el mercado con facilidad gracias a que estaban dotados de un distintivo o etiqueta que muy pronto pasó a formar parte efectiva del quehacer diario de los placeros y pescaderías a la vez que de los consumidores. Un sello de identidad que promocionaba y defendía los pescados y mariscos de la flota artesanal cuya fama de variedad y calidad "traspasa nuestras fronteras".

¿Murió de éxito aquella iniciativa de la Consellería de Pesca, que entonces dirigía la socialista Carmen Gallego? ¿O simplemente pasó a mayor gloria por inanición o abandono?

El sello de calidad es una vía abierta a la competencia. Todo el mundo sabía hasta hace poco tiempo que el distintivo PescadeRías significaba pescado o marisco capturado y comercializado en Galicia. Pero hoy, y por mucho que uno busque en los mercados, pescaderías de barrio o grandes superficies comerciales, esa etiqueta no aparece, como tampoco se cumple en la mayoría de esos puestos de venta la norma que obliga a exhibir en los productos un referente al lugar donde han sido capturados, cuándo y en qué condiciones.

Como casi todas las iniciativas que en el sector pesquero gallego se han ido produciendo a lo largo de los últimos 30 años, la de PescadeRías se está dejando morir.

Y así lo aseguraba hace unas semanas en el Parlamento gallego la portavoz socialista de Pesca, Loli Toja, quien denunció ante la propia conselleira que una marca como la citada, que había nacido "para asegurar que la información llegaba desde la lonja al plato", se "dejaba morir" por parte de la Xunta.

Y fue una feliz idea, oiga. De esas pocas que surgen en la mar y que la falta de interés de las altas instancias de la comunidad autónoma permiten por su inacción que se finiquiten a plazo fijo. Algo así como dejarlos ir polo mar abaixo porque no fue una idea del Ejecutivo gobernante actual. Diez años de vida para algo que daba vida al sector pesquero.

Insuflen una poca a aquello que funciona bien, aunque ustedes no tengan la patente de la idea.

Para una vez que aciertan, que no se mueran de éxito.