E l bonito del norte o atún blanco está llamando a las puertas de una costera que, como siempre, aparece como incierta y con todas las alarmas encendidas por los responsables pesqueros comunitarios. Una costera que es vida para muchos pescadores y embarcaciones de Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco. Nada más y nada menos que 450 barcos del Cantábrico y Noroeste cuyos armadores y tripulantes piensan ya en cómo podrán resarcirse de las muchas pérdidas ocasionadas por, entre otras cuestiones, los recortes de cuotas y los continuos temporales de mar y viento que han azotado -e imagino azotarán todavía- el litoral desde el pasado mes de noviembre.

Las tripulaciones de esos 450 pesqueros miran por el rabillo del ojo a los doce arrastreros pelágicos de Irlanda y Francia que incursionan -con todo el derecho que les confiere la Unión Europea, aunque colisionen con las normas que se han dado a sí mismos los españoles- como Pedro por su casa en un caladero que, sin ser el suyo, es comunitario a todos los efectos. Para los barcos españoles hay restricciones en aguas de Francia e Irlanda, pero no así en las de España para los pelágicos franceses e irlandeses. El mundo al revés o el peaje que debemos pagar por haber entrado en un club en el que no hemos sido bienvenidos.

Los arrastreros pelágicos franceses han capturado, según el testimonio de su máximo representante pesquero, la nada despreciable cifra de 800 toneladas de bonito que, en la campaña del año pasado, se cotizaron a entre 2,20 euros y seis euros por kilo. Y hablamos de un máximo de nueve arrastreros (doce, contando con irlandeses), como también tenemos que hablar de que muchos de esos arrastreros han vendido sus capturas en lonjas españolas, con lo que contribuyen a la desvalorización del producto.

Y ahora, tras la reunión bilateral de los secretarios de Pesca de Francia y España, de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores y de los representantes de las comunidades autónomas citadas, se plantea -mejor replantea- la vieja idea de que los pescadores son todos iguales y que nada de "malos rollos" entre ellos, que aquí paz e no ceo chourizos. Buena vecindad.

Pero como las golondrinas de las rimas de don Gustavo Adolfo Bécquer, los atunes blancos volverán y con ellos los barcos de arrastre pelágico que, a pesar de lo dicho por el Gobierno español, se iba a negociar que no emplearan en aguas españolas artes aquí prohibidos a la flota nacional. Pero como si lloviese, que son muy suyos los franceses.

Ya veremos qué tipo de sayo hacen de su capa.