Lo siento. No soy un euroescéptico. Pero tampoco estoy conforme con el proceder de la Unión Europea respecto del papel o rol que han adjudicado a España en esa especie de thriller en el que nos han sumergido paras diseñar las nuevas políticas pesqueras con la disculpa de ajustar lo que hay a lo que tenemos.

La Unión Europea (entonces CEE) sabía perfectamente en 1986, año de acceso de España y Portugal a ese club de naciones, lo que España aportaba y lo que de ella España esperaba. Es seguro que España ocultó algunos de sus muchos problemas, pero Europa no respondió mejor. Y de aquellos polvos, estos lodos: RMS, box, TAC, cuotas, desguaces, PPC, descartes, reducción constante de barcos, importaciones de terceros países... Nada, o casi nada de todo esto, se puso sobre la mesa a la hora de acordar la integración de España -con Galicia como banderín de enganche en materia pesquera- en la todavía CEE. Nada, o casi nada de esto, por tanto, era previsible; pero a los españoles no nos quedaba otro remedio: o se admitía lo que se nos presentaba o seríamos material de desecho en una Europa que caminaba hacia la unión hoy conformada por 27 países (28 si todavía contamos al Reino Unido y su Brexit).

¿Qué podría haber pasado de renunciar España a formalizar tal ingreso? ¿Podría seguir pescando como lo hace desde 32 años atrás, siendo víctima, además, de persecuciones y sanciones?

No tenía otra opción, al margen lo bien, regular o mal de la negociación de la admisión. Queda claro, sin embargo, que lo logrado ha dejado pocas satisfacciones y que a ello hay que sumar lo que queda por venir a partir del 1 de enero de 2019 y con la política de descartes cual espada de Damocles pendiendo sobre cerca de un centenar de buques que faenan en caladeros comunitarios a los que se suman los centenares de embarcaciones gallegas, asturianas, cántabras, vascas, catalanas, levantinas, andaluzas, canarias y esquifes -más o menos- de Ceuta y Melilla.

De verdad, no soy euroescéptico, pero me siento desilusionado, engañado, vapuleado por los de casa (que nunca han demostrado saber qué se "cuece" en la olla comunitaria) y por los de la "casa grande" que legislan desde Bruselas sin tener en cuenta que la radialidad no es escuchar la radio.

Y menos mal que nos ponían como ejemplo. No sé de qué, pero puedo prometer y prometo que así ha sido y así se los hemos contado.