La Berlinale abrió el desfile en su alfombra roja con la marea de estrellas de "The Grand Budapest Hotel", una comedia corrosiva capitaneada por Ralph Fiennes y con una veintena de secundarios de lujo, como Willem Defoe, Adrian Brody, Tilda Swinton, Edward Norton y Bill Murray.

El festival se aseguró con ese filme, dirigido por Wes Anderson, una apertura diseñada para multiplicar los "flashes" en todas direcciones, desde el impecable Fiennes y el debutante Tony Revolori al resto del elenco, casi al completo en Berlín.

"The Grand Budapest Hotel" va de lo esperpéntico a la trama policiaca, con pinceladas reflexivas acerca de la Europa de entreguerras y centrada en la figura del perfecto conserje, Monsieur Gustave, al que la herencia de una de sus octogenarias clientes y amantes convierte en preso, primero, y prófugo, después.

"Tuve el privilegio de que aceptaran viajar y trabajar bajo presupuesto por un par de minutos de gloria", ironizó Anderson, cuyo filme fue parcialmente rodado en un desvencijado almacén de Görlitz (frontera germano-polaca) y entre hermosos paisajes nevados.

Todo gira entorno a Fiennes, "porque hicimos su papel pensando en él", dijo el director, y desde la certeza de que "tal vez otros papeles (los secundarios) habrían sido intercambiables", pero no el del conserje o su botones, el debutante Revolori.

"No me siento tan protagonista. Toda película es un trabajo en equipo", respondió elegantemente Fiennes, perfectamente encajado en la absoluta corrección también ante los medios.

Anderson regresó así a la competición de la Berlinale con una película cien por cien fiel al estilo de las dos precedentes, con las que ya buscó, sin conseguirlo, el Oso: "The Royal Tenenbaum" (Los Tenenbaums. Una familia de genios), en 2002, y luego en 2005 "Life Acquatic".

Divertió a ratos y, cuando no lo hizo, por lo menos entretuvo con la serie de grandes actores a los que hay que ir descubriendo detrás de maquillajes excesivos, en el caso de Twinton, o convertidos en perversos legítimos desheredados, Defoe y Brody.

Es casi imposible citar a todos los actores que discurren por el filme, de clientes del establecimiento, colegas del conserje, presos, policías a soldados, cuyo eje es un hotel de lujo en el corazón de la Europa de 1932, donde en cualquier momento estallará la guerra.

Ninguno de ellos tuvo siquiera sus dos minutos de protagonismo en la conferencia de prensa, eclipsados unos por otros y resignados, también ahí, a ser secundarios.

En medio de este arsenal de estrellas, se pierde el espíritu del novelista que inspiró el guión, Stefan Zweig, cuestión que probablemente no importe tanto en el entorno del cine. Anderson tuvo que explicar quién fue ese autor austríaco "muy relevante en Europa, al que pocos conocen en Estados Unidos".

"El Grand Hotel" abrió la sección a concurso, integrada por 20 filmes y con abultada presencia de cineastas latinoamericanos, los argentinos Celina Murga y Benjamin Naishtat, así como el brasileño Karim Aïnouz y la peruana Claudia Llosa, Oro en 2009 con "La teta asustada", además de asiáticos.

Antes de la apertura, el productor y guionista estadounidense James Schamus, el presidente del jurado, mostró claramente sus preferencias por los nuevos talentos representativos de "lo menos conocido" del cine.

"Para esto estamos aquí: para hallar lo nuevo, lo dinámico, lo que no está tan presente en los circuitos más habituales del cine", afirmó Schamus y expresó luego su "satisfacción" por el peso de Latinoamérica y Asia en la lucha por los Osos.

Si Anderson desembarcó en la Berlinale con muchos de sus actores, Schamus compareció secundado por sus compañeros de jurado al completo, entre los que están el actor austríaco Christoph Waltz, la directora iraní Mitra Farahani y su colega francés Michel Gondry.

Tras el mediático arranque de hoy se espera el sábado a quien, según los planes del festival, está destinado a acaparar el máximo despliegue de "flashes": George Clooney, director y actor de "The monuments Men", junto a Matt Damon, John Goodman y, de nuevo, Murray.