Un modelo de precisión narrativa y de descripción psicológica de los personajes que convierte la opera prima del director británico Rupert Goold en una de las más reconfortantes sorpresas de la temporada.

Presentada en Sundance, tiene todas las virtudes propias de un producto cuidado hasta el detalle que saca un partido exhaustivo de una serie de factores de peso, sobre todo la magnitud del suceso criminal que sirve de pretexto, el que esté basado, en efecto, en un hecho terrible y, finalmente aunque no en último lugar, la soberbia interpretación de los dos protagonistas, un Jonah Hill magnífico y un James Franco que evita no perder nunca los papeles.

El resultado de todo ello es un pequeño milagro, un debate apasionante sobre la ética periodística y sobre la verdad y la culpa que mantiene en permanente conexión al público con lo que está viendo. El libro de Michael Finkel es impactante y se comprende que haya sido adaptado al cine cuando todavía el responsable de los hechos está en el corredor de la muerte esperando que se cumpla la pena capital a la que fue condenado.

Todo acaeció a comienzos de este siglo, cuando el periodista del New York Times caído en desgracia Michael Finkel, que ha sido despedido del trabajo por falsear deliberadamente datos de un artículo sobre el esclavismo en nuestros días -con la elocuente frase del director, «tienes un gran futuro, pero no aquí»-, recibe una llamada que va a cambiar su maltrecha vida. Es de alguien que le informa que el presunto asesino de su esposa y de sus tres hijos pequeños, Christian Longo, ha utilizado su nombre para identificarse tras el múltiple crimen.

Aunque podría parecer de una maldad sin límites, lo cierto es que esa circunstancia, que se resuelve muy pronto, va a permitir al reportero salir del pozo en que se encuentra y convertirse en un escritor de prestigio y de gran éxito. Porque desde el momento en que Christian visita a Michael en prisión fluye entre ambos un sentimiento mutuo de respeto y con ecos de admiración que se traduce en un acuerdo insólito, de modo que el primero sabrá toda la verdad del múltiple asesinato por boca del presunto culpable a cambio de que éste se comprometa a no publicarlo antes de que se lleve a cabo el juicio. No tiene desperdicio.