Viendo el sábado en La 2 'La noche temática' no tenía cuenca para que mis ojos no se salieran desorbitados. No creo que tenga que ver con mi edad, que me pone sensible. En EE UU es posible adoptar un niño y más tarde poner un anuncio y deshacerse de él, o sea, traspasarlo como una mesa que no gusta, un sofá envejecido o una lavadora antigua. La cosa tiene un nombre rimbombante, yo creo que para que las cabezas no estallen de vergüenza y los legisladores puedan seguir a lo suyo, mirando sin remordimientos a otro sitio. La cosa se llama resignación de hogar, es decir, la readopción. La transacción es fácil. Un cortijo tiene más trámites para pasar de usted a mí que si me traspasara a un nene. Con que un abogado firme la transferencia parental es suficiente. Su hijo es mío al instante. Todo legal. En cuestión de minutos.

La entrega de 'La noche temática' se llamó, con toda crudeza y razón del mundo, Niños desechables. Ver a estos críos de diferentes edades, incluso adolescentes de 15 ó 16 años, contar a cámara su experiencia, su dolor, su desolación y desesperanza porque hay algunos que han estado en tres, incluso en cuatro familias distintas, transferidos gracias a anuncios en Facebook o mediante empresas dedicadas a este mercado, te deja en un estado de perplejidad del que te cuesta salir. Uno de los momentos más dramáticos, más delirantes y más turbios vividos por los asistentes como se vive un día de feria fue la organización de un desfile, con pasarela y todo, de chicos y chicas a transferir ante las familias interesadas en ellos. Hay catálogos con el material expuesto. Todo legal. Todo inhumano.